Deberíamos reconocer que el ser chupamedias no es un zonzuelo que anda por
la vida improvisando su conducta, como si desprevenido se encontrase preso de
un accionar que no le pertenece.
Nada de eso.
Es una persona estratégica que sabe muy bien lo que hace y ejerce por
voluntad propia la filosofía del
chupamediatismo, que promete darle muy buenos
resultados. Porque de lo contrario renunciaría a esa ideología, depondría su
actitud y se atrevería a indisciplinarse. Reafirmarse como sujeto individual,
con su propio pensamiento, su propia capacidad de discernimiento y sus propias
decisiones. Aquellas que se alinean con lo que en verdad piensa.
Pero no, el
chupamediatismo suele ser más fuerte en quien cree en su
filosofía. Y nada ni nadie suele desviar al ser chupamedia comprometido de su
actitud frente a la vida.
Y eso nadie va a cuestionarlo, porque cada uno hace lo que quiere o lo que
puede. Y si alguien elije ser chupamedias por elección propia, es una decisión
arbitraria y personal que deberíamos respetar.
Sólo aspiramos a observarla un poco, porque como toda alternativa del ser
humano, es mejor problematizarla para conocerla antes de enrollarse en ella sin
tener alguna percepción básica de sus menesteres o sus consecuencias.
Si hay nuevos chupamedias, que por lo menos sea porque analizaron su
filosofía y la eligieron con convicción. Es mejor que sepan lo que hacen antes
de embaucarse a ellos mismos y embaucarnos a todos.
Porque si hay algo claro, es que el chupamedias obra de farsante, ejerciendo
actitudes, conductas, gestos y opiniones que muchas veces no concuerdan con sus
verdades definitivas.
Es claro que el ser chupamedia se alinea al
chupamediatismo por voluntad
propia, confiado en que tal actitud le reportará un beneficio que supera al
costo de reducirse a lo que no piensa, alinearse a decisiones que no comparte y
denigrarse como persona ante la vista de los demás.
El beneficio debe ser mayor. Elocuentemente superior.
Caso contrario, nadie aceptaría precarizarse como sujeto o degradarse como
ser humano.
Eso sólo se hace por la confianza que se tiene en los resultados del
chupamediatismo.
Aunque a veces puede fallar, como todo error de cálculo.
Y eso tampoco se lo podemos endilgar al ser chupamedia que adoptó la
filosofía de reducirse como sujeto a cualquier persona que tiene un poco más de
poder.
No es su culpa que las cosas no resulten como había pergeñado, proyectado
con cierto optimismo y la convicción inquebrantable de cierta especulación que
nunca ofrece garantías.
Quizás lo más preocupante del ser chupamedias es que al priorizar su propio
beneficio personal y no atreverse a asumir la disidencia con cualquier persona
que tiene un poder superior, evita la posibilidad de hacer su propia contribución
y favorecer así el pensamiento del mandamás. Con lo cual esa actitud de
obsecuencia invalida un valioso aporte que contribuiría a la calidad de la
reflexión y consecuentemente a la toma de mejores decisiones.
De ahí que sería conveniente que el chupamedias sepa muy bien lo que hace y
tenga presente los perjuicios que ocasiona su proceder.
Es claro que a veces ser chupamedias cosecha sus frutos, de lo contrario no
habría tantos creyentes en esa filosofía. Pero hay que reconocer que no siempre
ofrece resultados.
Por eso también deberíamos advertir sobre la inconveniencia de afiliarse al
chupumediatismo. Porque muchas veces se pagan los precios y no se obtiene nada
a cambio.
Si a uno le gusta la libertad, es mejor que renuncie a las posibilidades de
ser chupamedia. Corre el riesgo de extraviarse en alguien que no es, turbar su
mente con ideas que no comparte y obrar de manera inconsecuente con su verdadero
pensamiento.
Su auténtico ser.
Quedar preso de la falsedad es una acción de riesgo, que atenta contra lo
más valioso que tenemos. Lo esencial del ser humano.
Animarse a ser quien uno es, quizás no ofrezca con frecuencia buenos
resultados. Pero es siempre una decisión mucho más reconfortante.
Detrás de la autenticidad hay bienestar y está la posibilidad de honrar la
propia vida.