jueves, 28 de noviembre de 2024

Cómo se construye el mundo



Se dijo la palabra y se hizo la luz.


Algo así.


Es realmente una pista interesante, una clave de la existencia.


Quien quiera creer que crea.


Yo creo.


No porque literalmente la palabra haga la luz o vaya a saber qué cosa. Creo porque la palabra es la condición esencial para producir la existencia que sea.


Más allá de la metáfora de la primera oración.


Evitemos enredos y agarremos el meollo con las manos.


Hay una realidad, ¿no? Muy bien. Hay una realidad. Entonces por qué se puede decir que es construida por la palabra si todos sabemos que hay una realidad.


Más allá de Matrix y el cuento que fuera.


Bien.


Diría entonces que es una salvedad lo de decir de la realidad preexistente. No es lo esencial del asunto. Es una particularidad obviamente relevante y entendible.


Pero hay que ponerla en su lugar y dejaría ahí.


Quietita.


El asunto crucial es la posibilidad de construcción de la realidad venidera. Y la fuerza de la palabra como una condición necesaria y esencial para construirla.


Y si bien habría que escribir un libro al respecto para adentrarse a los vericuetos y precisiones del asunto, para un escrito inspiracional que tiene sólo la aspiración de azuzar el pensamiento a los fines de incentivar cierto nivel de avivamiento, alcanzado obviamente bajo la exclusiva responsabilidad y capacidad del propio lector, basta con decir lo crucial para estimular el pensamiento.


Que no es ni más ni menos que quedarse meditando con la primera oración.


Se dijo la palabra y se hizo la luz.






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lunes, 25 de noviembre de 2024

¿Resultados sin esfuerzos?


Me enojo, me indigno, se me agota la paciencia.


Acepto en silencio que dentro mío hay un viejo rezongón que se indigna con razón ante las circunstancias disímiles que se le presentan.


Todo surge al hacer clic en un video que un buen amigo me dice que por favor mire, con solo pasarme el link por WhatsApp y poner la pregunta, ¿es cierto esto?


Pongo play con pocas ganas y miro los primeros diez segundos para advertir el viejo, recurrente y trillado truco de embaucar a los desprevenidos que se creen por un instante los más vivos de todos y al invertir en el cuchufleto que sea se harán millonarios en un santiamén, porque recibirán, a no dudarlo, no se cuantos pesos si ponen tantos pesos.


Es una rentabilidad estrambótica, que supera con creces los resultados de los inversores más sofisticados del mundo.


Es justo en ese preciso instante en el que ve con atención los primeros segundos del video que el viejo rezongón agazapado que llevo adentro salta como leche hervida y se indigna por el despropósito mientras se hace en silencio una única pregunta.


¿Cómo pueden ser tan pelotudos?


Pero no dice nada, apaga el video porque tiene el compromiso de hacer buen uso del tiempo y solo le responde a su amigo de manera simple y práctica.


“Es mentira, todo lo que te haga rico con seguridad de uno momento al otro es mentira. Poné solo el dinero que quieras que te roben”.


Y da por acabada la cuestión para proceder a subliminar las circunstancias en este escrito que se escribe impulsado quizás por cierto espíritu de justicia que se esconde en las profundidades del viejo rezongón y solo aspira a azuzar el avivamiento para que nadie caiga como un chorlito.


Y no es que el viejo rezongón se las sepa todas ni mucho menos, es que desde sus intersticios solo opera ante la evidencia de la elocuencia.


Tiene sus añitos.


Luego piensa que esta circunstancia es un detalle de una postura facilista, acomodaticia, exageradamente propia de la holgazanería, la vagancia y la falta de empeño por hacer el camino necesario que supone el esfuerzo para alcanzar el logro que fuera.


La filosofía barata que cree que el camino corto y fácil llega a buen puerto.


Como si se pudiera aprender sin haber leído el libro.


O se pudiera adquirir la destreza que fuera por obra milagrosa del universo, sin hacer la parte propia y esencial, que significa esforzarse para aprender lo que fuera.


O lograr lo que fuera.


Si alguien logra algo no es por milagro de Dios. Es por su propio esmero, esfuerzo.


Detrás del éxito siempre está el esfuerzo.


Él viejo rezongón masculla esas ideas que lo marcan a fuego y  se indigna porque son muchos, muchísimos, los que quieren agarrar el fruto sin siquiera plantar el árbol. 


Se pregunta entonces por qué carajo tiene que andar escribiendo estas cosas, si tan solo el buen amigo tiene la sana intención de consultarlo, demostrando en ese acto la humildad del ser inteligente que está dispuesto a enriquecerse por la consideración ajena.


Entonces el viejo rezongón se interroga si no habrá sido un poco duro en su respuesta. 


Y se responde que quizás tiene que ejercitar la paciencia y respirar hondo antes de escribir con espontaneidad desmedida.


Pero siente que está bien ser quien es y obrar con la autenticidad genuina de quien siempre está dispuesto a contribuir de la mejor manera.


Aunque el rezongo emane de su ser.






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sábado, 23 de noviembre de 2024

Cómo relacionarse con la mentira



Toda una cuestión.


Empecemos…


La mentira es una herramienta posible para cualquier persona y entretejer una relación con ella puede ser muy conveniente para poder sobrellevar de la mejor manera posible este tema en las relaciones humanas.


Obviamente hay matices.


Está el extremo de la sinceridad y puede verse la aparición de la mentira como recurso que va aumentando de grado.


Desde mentiritas hasta bolazos siderales.


Por decir algo.


En el medio el susodicho o la susodicha que decide qué hacer con estas posibilidades de la existencia y adopta de manera definida, quizás no totalmente fija, una posición al respecto.


Se vuelve un hombre serio, sincero, con la fortaleza de asentarse en la verdad.


O se dispone a ser en menor o mayor medida un chanta que se vale de la treta de la mentira para zafar vaya a saber de qué situación circunstancial y basar su existencia en los trabajosos equilibrios que exige la farsa.


Con lo cual su misión esencial es evitar trastabillar para no ser descubierto.


La elección es suya y creo que una vez que se toma a cierta edad luego, si bien podría replantearse, dudo de la voluntad de reconfiguración.


¿Por qué?


Porque tanto el mentiroso como el honesto adoptaron esa forma de estar en el mundo y después transformarla o erradicarla sería como renacer como sujeto.


Algo posible pero creo que poco probable.


La comodidad, la certeza de lo conocido, los beneficios subyacentes en la posición que fuera, el arraigo de esa asunción  existencial en el mundo que conformó su identidad y vaya a saber qué más constituyen su manera de existir conocida y lo sujetan en quien fue y en quien es.


En vez de impulsarlo a quien puede ser.


Pero no es una presunción infalible ni mucho menos. Es una suposición más o menos certera.


Y más o menos fallida.


Digo, porque algo hay que decir.


Entonces una vez dicho esto paso a decir lo otro.


El tema no es solo la elección propia de quienes queremos ser frente a la farsa de adoptar la mentira como posibilidad. Es también quienes queremos ser ante el mentiroso, el chantún, que eligió ser un farsante y exige de algún modo nuestro beneplácito que sería en mayor o menor medida aceptar sus mentiras.


En ese caso y en ciertas circunstancias podría ser recomendable hacerse el boludo y mirar para otro lado, aceptando la mentira como una verdad por más desbarajustada que sea.


La otra alternativa es enfrentar al sujeto desenmascarándolo con crueldad.


Que esencialmente supone poner al farsante frente a su espejo, que elocuentemente le dice que no pude hacerse cargo de quien es y necesita de este burdo truco para salir airoso vaya a saber de qué circunstancias.


Y en el medio están los matices. Siempre los matices.


Un poco miramos para otro lado y un poco decimos hasta acá. Actuamos algo de tontos pero no nos obligues a asumirnos como pelotudos.


Aunque en esencia siempre es lo mismo, lo relevante es que uno elige quien quiere ser.


Y uno es lo que eligió.





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lunes, 11 de noviembre de 2024

¿Para qué quieren tanto dinero?


No voy a hacer una apología del pobrísimo porque representa esencialmente por elección la debilidad y el fracaso en algún sentido. 


De quien lo elige.


Voy a inmiscuirme en los acaudalados mal entendidos, los que quieren siempre más hasta el último día de su vida, buscando acumular papelitos o pertenencias.


Las que fueran.


No entiendo bien esa lógica y no me interesa en lo más mínimo. Debe ser porque veo a gente de sesenta, setenta o más años entrampadas en lógicas que los apresan.


Y nada es más valioso que la libertad.


Escaparse de lo indeseado y lo que obliga, para dejarse llevar por los vientos del auténtico deseo.


Neruda.


Cuando observo a esos susodichos embrollados en circunstancias y problemáticas que les imponen sus propias ambiciones inacabables me pregunto qué quieren, o qué pretenden, o a dónde quieren llegar?


O a quién le quieren ganar?


Son todas preguntas que están en el trasfondo de esa mirada, que observa a esos seres empeñados en conseguir cosas, negocios, dinero.


Más dinero.


Siempre más.


Dinero.


¿No sabrán que se van a morir? ¿Estarán escapando de la muerte? ¿Tienen la virtud del inconformismo o la maldición del inconformismo insondable? 


¿Estarán embolados de su propia realidad?

¿Tienen miedo?


¿Qué carajo les pasa a los que se embarullan con el tema de tener más y más dinero de manera enfermiza? ¿No tienen límites?


¿Tendrán el pene pequeño?

No tengo las respuestas y no sé si tengo muchas más preguntas.







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