Me enojo, me indigno, se me agota la paciencia.
Acepto en silencio que dentro mío hay un viejo rezongón que se indigna con razón ante las circunstancias disímiles que se le presentan.
Todo surge al hacer clic en un video que un buen amigo me dice que por favor mire, con solo pasarme el link por WhatsApp y poner la pregunta, ¿es cierto esto?
Pongo play con pocas ganas y miro los primeros diez segundos para advertir el viejo, recurrente y trillado truco de embaucar a los desprevenidos que se creen por un instante los más vivos de todos y al invertir en el cuchufleto que sea se harán millonarios en un santiamén, porque recibirán, a no dudarlo, no se cuantos pesos si ponen tantos pesos.
Es una rentabilidad estrambótica, que supera con creces los resultados de los inversores más sofisticados del mundo.
Es justo en ese preciso instante en el que ve con atención los primeros segundos del video que el viejo rezongón agazapado que llevo adentro salta como leche hervida y se indigna por el despropósito mientras se hace en silencio una única pregunta.
¿Cómo pueden ser tan pelotudos?
Pero no dice nada, apaga el video porque tiene el compromiso de hacer buen uso del tiempo y solo le responde a su amigo de manera simple y práctica.
“Es mentira, todo lo que te haga rico con seguridad de uno momento al otro es mentira. Poné solo el dinero que quieras que te roben”.
Y da por acabada la cuestión para proceder a subliminar las circunstancias en este escrito que se escribe impulsado quizás por cierto espíritu de justicia que se esconde en las profundidades del viejo rezongón y solo aspira a azuzar el avivamiento para que nadie caiga como un chorlito.
Y no es que el viejo rezongón se las sepa todas ni mucho menos, es que desde sus intersticios solo opera ante la evidencia de la elocuencia.
Tiene sus añitos.
Luego piensa que esta circunstancia es un detalle de una postura facilista, acomodaticia, exageradamente propia de la holgazanería, la vagancia y la falta de empeño por hacer el camino necesario que supone el esfuerzo para alcanzar el logro que fuera.
La filosofía barata que cree que el camino corto y fácil llega a buen puerto.
Como si se pudiera aprender sin haber leído el libro.
O se pudiera adquirir la destreza que fuera por obra milagrosa del universo, sin hacer la parte propia y esencial, que significa esforzarse para aprender lo que fuera.
O lograr lo que fuera.
Si alguien logra algo no es por milagro de Dios. Es por su propio esmero, esfuerzo.
Detrás del éxito siempre está el esfuerzo.
Él viejo rezongón masculla esas ideas que lo marcan a fuego y se indigna porque son muchos, muchísimos, los que quieren agarrar el fruto sin siquiera plantar el árbol.
Se pregunta entonces por qué carajo tiene que andar escribiendo estas cosas, si tan solo el buen amigo tiene la sana intención de consultarlo, demostrando en ese acto la humildad del ser inteligente que está dispuesto a enriquecerse por la consideración ajena.
Entonces el viejo rezongón se interroga si no habrá sido un poco duro en su respuesta.
Y se responde que quizás tiene que ejercitar la paciencia y respirar hondo antes de escribir con espontaneidad desmedida.
Pero siente que está bien ser quien es y obrar con la autenticidad genuina de quien siempre está dispuesto a contribuir de la mejor manera.
Aunque el rezongo emane de su ser.
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