domingo, 10 de septiembre de 2023

El gran cuento



Realmente no sé por qué se andan con chiquitas y en vez de azuzar a sus potenciales seguidores con cuentos memorables, a veces les ofrecen minucias que no movilizan ni entusiasman a nadie.


Solo hace falta convicción en primera instancia.


Hablar como si uno supiera, más allá de la solvencia real. 


La gente quiere la farsa de la certeza, antes que la inteligencia que supone la duda.


Por eso cualquiera que habla con convicción puede decir barbaridades que aún en esos deslices, en esas irracionalidades, en esos pasajes grotescos, contradictorios, enmarañados, difusos e inescrutables, sale airoso como gato que cae bien parado.


Eso exigen sin querer queriendo las fieras. Necesitan al ser que afirma como si supiera sin titubeos.


Por eso lo primero es lo primero, y lo primero es entusiasmar, mostrar la luz al final del camino, y preferentemente con la certeza que se verá muy pronto.


Que todos seremos irremediablemente felices y cada uno de los problemas será resuelto.


Antes de lo que cualquiera pueda creer.


Acá se trata de tener convicción y destreza parlanchinesca, no es cuestión de racionales, moderados, tibios que vendan baratijas que no le entusiasman a nadie.


La gente quiere que la salven, quizás porque está cansada de esperar a Jesús y El Salvador no ha venido.


Tiene la ilusión de que algún día llegará encarnado en la figura de un hombre o una mujer que asuma el rol del mesías.


Que tenga claro el camino y se llegue de alguna forma al cielo.


Y quiere también un buen cuento, uno que la entusiasme, que la motive, que sea lo suficientemente interesante para engatusarla con gusto y soportar sus deslices. 


Que sea en verdad memorable. 


El mejor cuento de todos.


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