miércoles, 20 de septiembre de 2023

El capricho


La inteligencia no se lleva bien con el capricho.

Esencialmente porque está en sus antípodas.

El capricho es la decisión determinada sin fundamento racional.

Es para allá, sanseacabó!

Así nomás resuelve, dice una cosa u otra y listo, nada que explicar, nada que analizar, nada que problematizar.

Cero duda.

Cien por cien capricho.

Para allá, carajo.

¿Puede el capricho de un adulto tener una explicación?

Puede.

Lo que ocurre es que muchas veces no la sabe y otras veces no la explicita. De nodo que quien interactúa ve capricho, capricho nada más.

Por eso el capricho al no explicitar o ser endeble en sus razones, por sus lógicas desprecia la inteligencia y se aferra en las antípodas.

Es cegador, cerrado y ruidoso.

Si alguien le pide explicaciones, se ofusca, se enoja, acentúa su postura y se escandaliza en sus propias rabietas.

La inteligencia en cambio es una postura de evolución personal, se asienta en la intención de escuchar, con el fin de analizar, y procurar las decisiones que fueran más convenientes.

Por oposición al capricho, la inteligencia celebra la diferencia, se entusiasma ante el punto de vista que la desafía y lo escucha con el sumo interés de reconsiderar su perspectiva en favor de perspectivas más convenientes y superadoras.

Si no es por acá, donde la inteligencia pensaba, no tiene el más mínimo problema de cambiar de rumbo e ir por allá.

Es más, la inteligencia está siempre alerta a observar si por donde va es el camino más conveniente, más eficiente. Y si alguien advierte que no lo es, escucha con sumo interés, agradece y se dispone a cambiarlo.

Por eso a diferencia del capricho la inteligencia no le tiene miedo a la opinión disidente, sino que la alienta para escucharla con interés y asumirla con intención de modificarse y superarse.

Advierte un valor inconmensurable en lo que pueda decir el otro.

El capricho en cambio se ciñe a su determinación, desprecia cualquier intención de superarlo y se aferra sin cuestionamientos a su ceguera.

Su única predisposición es la negación de la palabra ajena.

Si alguien criterioso pregunta por qué de tal o cual decisión, en vez de desplegar la fundamentación de sus síntesis, se escandaliza tomado por su enojo.

Y reafirma su postura.

Tal vez lo más distintivo que hace que una persona se embauque en el capricho o se disponga a asumir la inteligencia, es el grado de seguridad personal que experimenta.

Además de la capacidad de abstracción y la sanidad de su propio ego.

Cuanto más segura e inteligente es una persona, en vez de enojarse ante la disidencia, más se interesa en escuchar, no para afianzar su posición y reafirmarla, sino para desafiaría y superarla.

Escucha con interés y atención.

El capricho en cambio además de no escuchar ni explicitar con solvencia sus razones, siempre se enoja.

Se enoja con rabietas muchas veces memorables.


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