El opinólogo
No quiero sumarme al séquito de quienes levantan el dedo al observarlo todo y sin titubeos juzgan y resuelven.
Me preocuparía estar en la placidez del observador que ejerce de juez para dictar veredicto.
Que esto está bien, que lo otro está mal. Que por qué Pedrito se encamó con fulanita si tiene novio o novia, o podrían estar los tres imbrincados en circunstancias memorables.
O vaya a saber qué cosa.
El tema es que uno no puede parar de observar y se siente tentado, como impelido a aportar su mirada para decir cómo son las cosas. Y de alguna manera incidir para encauzar a la realidad de la mejor manera posible.
Es decir, para que no se desalinee indeseadamente y termine siendo una suerte de despropósito perjudicial para todos.
Es ahí donde se miden dos fuerzas esenciales, la fuerza del bien y la del mal.
Punto.
Volviendo a la observación y el veredicto, uno puede que no quiera entrometerse en cuestiones que no le incumben, y está bien que así sea.
Pero bien puede entrometerse si le da la gana y juzga que es tan pertinente como necesario hacerlo. Sobre todo.
Sobre todo, se escribe separado.
Sobretodo, de abrigo, se escribe junto.
Nunca me había calzado ningún escrito para decir esto. Pero como veo este desliz en personas hasta altamente formadas, se me ocurre hacer esa distinción ejerciendo de algún modo un rol de maestro ciruela que por supuesto me excede.
Sobre todo, si se piensa que el maestro ciruela es el que sabe. Farsa si las hay en su propia naturaleza intrínseca.
Juro que no tomé nada.
El tema del dedito que acusa no es tan malo entonces, puede ser respetable si tiene como finalidad primera o última incidir para favorecer la transformación positiva de la realidad.
Muy bien.
Si entonces el ser que mira todo advierte el despropósito y procede a aportar su mirada, está muy bien que interceda y haga oír su voz para procurar que esa incidencia sea positiva y que el mundo no termine siendo peor de lo que era.
Resumiendo diría que está bien observar y proceder cuando cada uno quiera proceder. También diría que exasperarse en opiniones interminables sobre todas las cuestiones del acontecer humano puede ser una tarea excesiva.
Quizás es mejor centrarse en algunas cuestiones y opinar de esos menesteres.
Pero si uno quiere opinar de cualquier cosa, ¿cuál es el problema?
Que opine, que diga lo suyo.
Y se deje de joder.
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