El hombre rezongón
Sepan ustedes que yo no soy ningún rezongón.
Lo que pasa…
Lo que pasa es que dentro mío hay un hombre rezongón, que me obliga de alguna manera a escribir ciertas cosas.
Obviamente yo ofrezco resistencia, creo que la vida es hermosa, está repleta de posibilidades y se honra la existencia asumiendo una posición existencial positiva, no negativa.
Pero el hombre rezongón no acepta explicaciones y asume su trabajo como si fuera un deber irrenunciable. Me persuade para que observe primero algunas circunstancias y luego escriba ciertas cosas.
Aunque me resista.
Está convencido que al mundo desbarajustado se lo acomoda en parte con percepciones que se generan y se pronuncian con palabras. Y que esas percepciones facilitan posibilidades de acciones que inciden para transformar la realidad.
Dice que no hay que mirar para otro lado. Y que más vale que escriba lo que hay que escribir para contribuir a que la realidad en los aspectos negativos que fueran se transforme.
Entonces yo cedo y cuando menos lo espero procedo.
Soy de alguna manera un súbdito de ese hombre que rezonga y exige que se exprese su voz.
Solo estoy atento a sus intenciones y trato de tenerlo a raya. No quiero que me tome por completo, porque puede amargarme la existencia.
O hacerme escribir protesta tras protesta.
Hasta el momento su postura me parece razonable y creo que si lo mantengo a raya nos llevamos bien.
Así que ya saben, no soy yo quien rezonga.
Es el otro que tiene sus razones.
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