La confianza
Siempre tengo confianza, sobre todo cuando reduzco al mínimo las posibilidades de que me jodan.
Cuando ando distraído o confiado en exceso es cuando corro riesgos y posibilito que cualquiera me embauque, me trampeé y se aproveche de mi buena fe.
Ocasionando el perjuicio correspondiente que fuera.
Por esa razón y porque no me gusta generarme problemas que puedo no tener, es que elijo andar sigiloso.
Miro para los dos lados.
Advierto situaciones escabrosas, propias del ser que cree en el engaño y lanza la trampa para que caigamos en ella.
El riesgo es el paso en falso que en general se puede producir cuando no hay de que agarrarse.
Solo de promesas, aseveraciones más o menos persuasivas y hasta juramentos de carácter inquebrantable que aportan en el mejor de los casos personas con buena fe.
Por eso ante esas disyuntivas de la vida, donde se juega el eventual engaño, uno debe saber si está dispuesto a beneficiarse con las promesas entusiasmantes del acuerdo que fuera o bien prefiere preservarse de ese beneficioso futuro inigualable que al mismo tiempo supone la aparición de notables dolores de cabeza.
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