domingo, 10 de julio de 2022

La hipocresía

Nada suele ser más notorio que la manifestación de la hipocresía que suele revelarse en las circunstancias más diversas. 

La elocuencia mata las alocuciones más parlanchinescas.

Que suelen hacerse con impudicia entre gritos y falsas convicciones que a esta altura no engatusan ni a los más ingenuos o ignorantes.

Porque el relato siempre llega hasta donde empieza la realidad.

Y la realidad es una evidencia mucho más fuerte, precisa y cierta, que cualquier relato por más bien actuado que fuera.

Déjense de joder con el comunismo empobrecedor para todes.

Ni los predicadores del consumismo son comunistas.

Sus actos los revelan con excesiva hipocresía.

Basta de nivelar para abajo y empobrecer a todos.

Basta de castigar al sector productivo para premiar la vagancia, y usufructuar un cuantioso ingreso de intervención como supuesto servicio a la patria.

Basta de mediocres y farsantes que arruinan la vida de los ciudadanos.

Basta de políticas motivadas por el resentimiento que conducen inexorablemente al fracaso colectivo.

La realidad evidencia que no es para el lado de Cuba ni Venezuela.

La hipocresía exhibe la farsa.

El rumbo es exactamente para el otro lado.






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miércoles, 8 de junio de 2022

La última palabra

 

Hace tiempo que no escribo y últimamente sospechaba que ya lo había dicho todo y que en efecto me podía morir tranquilo.


Mi obra está en sus manos.


Si bien el público se renueva y los vericuetos de las palabras pueden proceder a decir lo mismo de distintas maneras, agregando valor y procurando precisiones más virtuosas, lo dicho está dicho.


Y pienso a veces que todo fue dicho.


Lo cual es un despropósito porque aniquila la iniciativa y el ímpetu por ir a decir lo que al parecer quizás no fue dicho.


No me enredo más. Sigamos…


¿Qué voy a decir ahora? No sé, nunca sé lo que voy a decir, lo que voy a escribir. Apenas me lanzo a la aventura de que las palabras se vayan metiendo en la hoja y que luego se formen las oraciones y los párrafos para que en conjunto se diga algo que pueda ser interesante, inquietante, novedoso o lo que fuera.


A veces un escrito vale por una palabra, otra por una oración, un párrafo o un concepto.


También por cierto pasaje narrativo que se insinúa interesante. Aunque esa es una aspiración bastante desentendida en estos tiempos. Es como que hay que ir al grano, al hueso. Decirlo todo, ya. Claro, conciso, efectivo.


No hay mayor voluntad de chamullo ni predisposición a lo estético.


¿Qué dice? Ah, pero eso lo podía decir en una oración.


Cuando no se lee, no se distingue. Todo es lo mismo y cualquier aspiración artística de la escritura pasa desapercibida. Por eso tantos textos telegráficos, hiper claros, elocuentes, precisos.


Todo para dar papilla y hacerse un lugar en el decir.


Porque algo siempre hay que decir, hasta el día que llegue la última palabra.






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sábado, 7 de mayo de 2022

Toditos



Me tienen podrido.


Arranco despacio despotricando con intención de evidenciar la zoncera impúdica que se vanagloria por estos días.


Toditos.


Como puede ser señores que perdamos tiempo escuchando a parlanchines decir todos y todas o peor aún todes.


Esta bien que cada vez sean más los ignorantes y la educación esté destruida en gran parte pero habría que tener más respeto por la inteligencia.


No todos son idiotas.


Y me caliento con razón, de guapo nomás.


Por qué tenemos que escuchar a simuladores o tontos de pura cepa hablar como si fueran unos verdaderos tarambanas que procuran esforzadamente honrar la revolución de la estupidez.


Basta siñoris.


Cuando se dice todos se incluye a todas. Toditas.


Un mínimo de autoestima es suficiente para entenderlo, toda la vida fue así. Usos, costumbres, sentido común…


Y dos dedos de frente.


Y ahora no puede ser que proliferen tantos tarambanas que denodadamente procuran hablar como bobos, tratando de dominar un idioma que los enreda en la bobada y que a pesar de sus esfuerzos denodados manejan con impericia, torpeza y sin vergüenza. 


Yo escucho decir todes o unes o juntes y ya no lo soporto más.


Apenas lo siento pienso si es un simulador farsante que quiere congraciarse con los boludos o es en verdad un tonto que procura vanagloriarse de la zoncera.


Basta de imponer la idiotez a cerebros ajenos.


Estudien mejor inglés que en vez de hacer el ridículo y dilapidar el valioso tiempo escaso que todos tenemos, van a sacarle más provecho a la destreza.


Hablar como un pelotudo solo sirve para descubrirse.







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miércoles, 6 de abril de 2022

En voz alta



Creo que ya había escrito algo que se llamaba en voz alta o en voz grave. Ahora lo busco y  pongo el link sin leerlo.


No quiero condicionarme.


Simplemente fluir, abrir la boca, decir lo que se tenga que decir de una vez por todas sin titubear ni mariconear.


Haciéndose uno cargo de su propia voz. Cueste lo que cueste y le guste a quien le guste.


Sin importar lo que genere, ni hacerse cargo de interpretaciones ajenas que siempre pueden exceder lo escrito.


Escribo para liberarme, dejar salir lo que tenga que salir, avivarme, mover el avispero, incidir positivamente para transformar la realidad que sea y marcharme luego livianito y silbando bajito, con la tranquilidad de haber hecho lo que tengo que hacer.


Después el problema es del otro.


Así que voy a hablar con voz alta o grave, voy a poner puntos en las ies, y esta vez por fin de manera decidida e indeclinable, lo diré todo.


A matar o morir.


Lo único que tengo miedo es que el viejo rezongón que vive adentro mío y está siempre al acecho aproveche la volada, tome pista y agarre un protagonismo que esta vez no estoy dispuesto a darle.


Porque no tengo ganas de gritar, andar a las puteadas, maldecir al mundo y regodearme en la queja. Aún sabiendo que una relación con la queja inteligente, es dejarla desplegar para enojarnos lo suficiente al punto de resolver accionar y liberarnos de la perturbación que sea.


La queja debiera ser como un pellizco que nos propinanos. Debe ser fuerte hasta que nos movilizamos. Si solo incomoda y no perturba lo suficiente corremos el riesgo de vivir dentro del lamento boliviano.


Dejando todo cómo está.


Y si me preocupa decir lo mismo diré que no. Todos andamos dando vueltas por los mismos lugares, el público se renueva y por más que forcemos la extensión del mundo con viajes, lecturas o lo que fuera, esencialmente terminamos siendo los mismos.


Las palabras no van más allá de nuestras posibilidades.


Y para terminar solo diré que lo relevante es hacerse cargo de lo que uno es, de lo que uno siente y piensa. 


Si no llega a esa instancia corre el riesgo de caer en la tibieza de la mediocridad y honrar un espíritu tan cobarde, intrascendente como pusilánime.


Hay que hacerse cargo de lo que sea, siempre poniéndole el pecho a las balas, pero jamás doblegándonos a nosotros mismos.


La paz esté contigo.






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jueves, 10 de febrero de 2022

Personalmente



Desde chico renegaba con el tema de tener que presentarse personalmente.


La idiotez de la burocracia sumada a la mediocridad de cabezas viejas que parecen aferradas a vivir en un mundo que hace tiempo terminó, imponen esa pretensión.


Y se salen con la suya.


Semejante impericia produce los perjuicios consecuentes.


Uno tiene que agarrar su cuerpo y trasladarlo innecesariamente por los caprichos de los burócratas que así disponen que se hagan las cosas sin dar el más mínimo resquicio para proponer otra cosa.


Que esencialmente consistiría en hacer lo mismo sin la molestia, el tiempo dilapidado y los perjuicios que ocasiona tener que llevar el cuerpo de uno a tal o cual lugar.


Yo me rebelo desde siempre pero mis pataletas no surten mayores efectos y quedo subsumido a las disposiciones vigentes de las cabezas viejas obsesionadas por querer cuerpos presentes para lograr vaya a saber uno qué.


Puede ser retirar algo o firmar, o lo que sea.


Esta exigencia de tener que llevar el cuerpo se tiene que terminar. No puede ser que las imposiciones de las cabezas viejas aferradas a mundos que ya terminaron persistan con pretensiones indebidas que terminan ocasionándonos perjuicios a todos.


De momento no queda otra que protestar con la expectativa de movilizar el avispero y afectar los caprichos del mundo que terminó para que finalmente ceda y se adecue a los nuevos tiempos.


Esta obsesión de obligarnos a vivir en un mundo viejo cuando tenemos a la vista y en innumerables hechos un mundo nuevo es un verdadero despropósito.


Alcemos las armas y ofrezcamos batalla en beneficio de todos. 






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domingo, 16 de enero de 2022

La vieja protestona


De chico le tenía miedo al cuco y de grande además de los burócratas, le tengo miedo a la vieja protestona.


A los burócratas en verdad no les tengo miedo, ni sé por qué los puse. Debe ser porque intermedian en todo, meten las narices hasta en las cuestiones más privadas, y accionan para intervenir con la presunción de que arreglarán el mundo y la consecuente certeza de que lo estropean.


Como cualquier persona con dos dedos o uno de frente, puede observar.


Momento...


No caigo en el prejuicio porque no todos los burócratas son excesivamente intrusivos, se creen que se las saben todas, piensan que han venido a salvarnos, y tienen un complejo de inferioridad e inseguridad tal, que necesitan tener poder a cualquier precio aún cuando el rol que asuman los transforma en esclavos.


Hay también burócratas inteligentes. Pocos, pero hay.


Conozco un par, o por lo menos uno.


Sí, creo que uno al menos conozco. Aunque no estoy seguro.


Lo que me preocupa y me da miedo es la vieja protestona, yo por suerte no la veo pero la advierto y temo quedar embaucado en una vida con ella.


Por qué protesta la vieja?


Por todo.


Que hace calor, que hace frío, el viento, sol, lluvia, el vecino y la mar en coche.


Es un peligro que cualquier señorita linda e inteligente, de un paso en falso e inicie esa línea que la conduce directo a la amargura, la infelicidad y la desdicha, mientras agria su cara y si adopta esa postura indolente le amarga la vida a los demás.


Cada señorita bella e inteligente puede ser en potencia una vieja protestona.


Tienen que estar alertas ellas y nosotros.


Por eso quizás lo hablo con Flavia cuando muy excepcionalmente, por no decir con preocupante recurrencia, amaga para ese lugar o acciona de manera decidida.


Y por eso quizás escribo esto, que presumo me ocasionará algunas protestas y pataleos, esta vez posiblemente fundados.


Pero tal vez este escrito contribuya a la sana reflexión. 


Recen por mí.






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jueves, 13 de enero de 2022

Se usa


Eso no se usa más.

¿Cómo que no se usa?

No se usa, se usaba antes.

¿Y?

No me importa, qué me importa si se usaba o se usa. Me gusta eso y ahí me quedo.

Basta para mí.

¿Qué me puede pasar? ¿Toy fuera de onda? ¿Estoy desalineado con los caprichos de la moda?

¿Y?

No sé si se usa, no se usa o se ha usado y ahora quizás en este preciso momento o la semana pasada ha dado la casualidad que los veredictos de la onda determinaron que ahora, justo ahora, no.

No se usa.

Es que ese mueble, ese sillón, o esa tela de sillón, o malla pata larga, o lo que fuera me gusta, sin fijarme en lo más mínimo si se usa, se usó o se está dejando de usar.

Lo máximo que me puede pasar es estar fuera de moda, desalineado. Como fuera del rebaño.

¿No?

En ese caso más que sentirme preocupado me sentiría contento porque sentiría que voy por mi camino sin mirar al vecino ni prestarme a las pretensiones de las miradas ajenas.

Que le dicen a uno, para acá, para allá. Arriba.

O firulete.

Con ese criterio de dejarse guiar, embaucar o alinear por lo que se usa, como una disposición mandante, uno sería marioneta de los designios ajenos y debería renunciar a sus propias inclinaciones, sus gustos más auténticos y genuinos.

Y tal vez también a sus propios caprichos.

Sería como transformarse en una marioneta que resigna su libertad para encausarse con el beneplácito de las ondas vigentes.

Quizás por eso no me importa si esto o aquello se usa o dejó de usarse.

Y si alguien viene y me anoticia de la situación, lo escucho con absoluto respeto porque amablemente muchas veces quiere hacer llegar su advertencia, sobre todo si lo que deseo está muy desalineado con la moda vigente.

Aunque de inmediato digo, lo llevo igual.

Así, sin ningún titubeo, como si fuera yo el más macho entre los nachos.

Y como si la moda estaría a mis pies, para pisotearla tanto como quiera.




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jueves, 6 de enero de 2022

¿Qué decirles?


Qué decirles muchachos, qué decirles, a ustedes y a las señoritas. Qué decirles a todos hoy.


No lo sé.


Aunque algo he de decirles, porque de eso se trata escribir y desplegar párrafos. Es como abrir la puerta y presentarse. 


Asumir el riesgo de jugarse ante la existencia.


Decir, aquí estoy, y luego predisponerse a abrir la boca para decir algo, o alguito. 


Porque siempre algo se dice, ¿no?


A veces parece poco pero cuando se mira con atención el solo hecho de decir algo, algo genera.


Qué le vamos a hacer.


Por eso me pregunto qué decirles, qué carajo decirles en esta oportunidad.


Claro que uno espera que esta dimensión del mundo de la escritura tan mágica como insondable venga a rescatarme y me haga decir cosas interesantes, propias de la lucidez que honra la inteligencia.


Eso siempre uno quisiera decirles, el resultado de esa perspectiva que puede resultar inquietante, perturbadora y enriquecedora, porque al decir se abren posibilidades de entendimiento, de comprensión, de clarificación sobre las cuestiones que fueran y de visualización de cosas que no se veían y que luego de que la palabra aparezca se pueden ver con nitidez para operar con ellas.


O simplemente para entender lo que no entendíamos, con el inestimable beneficio que cualquier entendimiento implica. Porque estar no entendido es estar embarullado, enfrascado, maniatado en el propio ser.


Con los entuertos, incomodidades y malestares que eso genera.


De ahí quizás la necesidad de entender y consecuentemente de algún modo liberarse para andar suelto y livianito en el despliegue que habilita la existencia.


De lo contrario la soga delimita demasiado, uno puede dar vueltas sobre si mismo y queda sumido a despliegues muy reducidos y poco meritorios, si es que en el mejor de los casos los realiza.


Porque si somos precisos y sinceros, cualquier ser maniatado no supera la insinuación.


Queda ahí.


Por eso no es joda muchachos, no es joda señoritas, cuando uno escribe algo se dispone a decir y a pesar de la imprudencia de lanzarse al vacío para abrir la boca y entregar lo que será dicho, todo depende un poco de la suerte y de los designios de la escritura que siempre sospecho que son los verdaderos causantes de los decirles con los que nos encontramos en los textos.


Es esa dimensión misteriosa y fascinante de la escritura la que habilita las palabras que luego se despliegan.


Los escribas solo tipeamos lo que ese mundo dicta.


Y lo que se nos antoja.


Quizás por eso no sé que voy a decirles aunque creo haberlo dicho todo.






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