domingo, 11 de mayo de 2025

¿Por qué mentirse?



Nietzsche decía que la fortaleza de una persona se medía en función de la verdad que era capaz de afrontar.

Nietzsche decía, no yo.

Ojito.

Y si lo decía...

En fin, nunca digo quién decía lo que decía ni me esmero en lo más mínimo por retener nombres notables para avalar luego lo que quiero o intento decir.

Esa treta es burda y carece de consistencia real, porque en temas del comportamiento humano la verdadera consistencia se logra cuando cualquier lector asume convicción en el sentido propuesto.

Siente que es por ahí, que es razonable. Que la perspectiva ayuda, dilucida.

Que aporta a la comprensión, el entendimiento y la efectividad para desentrañar el ser y desplegar la superación personal.

Y si hay lectores que necesitan que lo que dice cualquier pelagatos para disponerse a escucharlo sea avalado o mencionado por cualquier fulanito o memganito notable, allá ellos.

Se equivocaron de canal. 

Acá se transmite otra señal.

No se anda justificando con que Pedrito dijo esto y Josefa digo lo otro.

Y si lo dijo Pedrito o Josefa, caso resulto. Nada que objetar.

Digo esto mientras me restrinjo a decir lo otro al respecto. Que me parece detestable andar mendigando nombres reconocidos para justificar lo que alguien quiere decir. No se puede ser tan debilucho ni cobarde.

Si alguna vez escriben crean en ustedes. No vinieron a este mundo para repetir lo que dijeron los otros.

Hay que hacerse cargo. La culpa en su defecto es toda nuestra.

Decía…

¿Por qué tanta gente se miente?

¿Tanta?

¿Cómo sabés?

Los conté.

Mucha gente se miente y está a gusto con sus mentiras. Felices, alegres, contentos de embaucarse a voluntad como si fueran niños que creen sus propios cuentos por más desalineados que estén con la verdad.

A veces ellos tal vez saben por qué deciden engañarse y creerse sus mentiras. Pero es frecuente que no se percaten de ellas.

Y que no quieran saber nada con que alguien les muestre la verdad. 

No porque otro la tenga, sino porque tiene la vocación de observar la elocuencia. Sin transfigurarla.

Y la verdad si disiente con sus falsas creencias los desestabiliza.

Los enoja.

A mí no me preocupan en lo más mínimo esas lógicas infantiles de quienes eligen mentirse y honrar la inmadurez, porque es una decisión personal.

Allá ellos.

Solo me inquietan cuando  de algún modo me entrometen en ellas y quedo sujeto a sus pretensiones, que no son ni más ni menos que alinearme a las mentiras para que queden todos contentos.

Cono por supuesto no me doblego al capricho ajeno porque sería inadmisible obrar como farsante, ni tengo intención de pagar a futuro el inestimable precio de la mentira, se generan los enojos pertinentes.

Precisamente cuando cansado de escuchar las mentiras que advierten o no advierten, abro la boca sin titubeos y les zampo la verdad en las caras. 

Mostrándoles la evidencia.

No quiero pagar la cuenta que tarde o temprano la realidad le pasa a la mentira.

Mentirse sale muy caro.

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