miércoles, 11 de diciembre de 2024

¿ Cinco para el peso?


Me pregunto si faltan cinco para el peso.


Es una suerte de inconformidad manifiesta que en determinado grado puede ser benigna o maligna.


Si esos cinco nos movilizan para alcanzar los objetivos restantes que queremos sin arruinarnos, tal vez son buenos. Nos dicen, che flaquito o gordito, no seas tan cómodo, movete, afrontaálos desafíos y obstáculos que sean y anda por lo tuyo.


No te quedes echado en el sillón de la comodidad, el mundillo que tenés y la certeza de la previsibilidad.


Fíjate allá, ves esos cinco para el peso, ¿no?


Bueno, andá querido y buscalo.


Vamos, levántate.


Algo así debe ser, si es benigno, supongamos.


Si es maligno el tema se ensombrece, por decirlo de alguna manera. La persona queda dándose manija de una inconformidad irresoluble y masculla la imposibilidad que fundamenta la frustración.


Vivir con ese tipo de cinco para el peso es sufrir innecesariamente, amargarse por voluntad propia y frustrarse por el fracaso elegido.


Debe haber un punto intermedio, de cierta comodidad placentera, por las circunstancias que construimos. Y de cierta incomodidad que conviene afrontar para emerger en una nueva situación.


Experimentar otros logros.


Es en ese espacio tal vez de equilibrio donde la aceptación borra de un plumazo los cinco faltante y disfrutamos el peso.


Estamos en paz con quienes somos y con lo que hemos hecho.


Residiendo en una suerte de felicidad posible que supimos conquistar.


Por eso quizás una dosis de inconformismo es saludable, quizás una sobredosis es perjudicial.


Deben ser dos o tres pizquitas, no más.







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viernes, 6 de diciembre de 2024

Los consejos


Hace tiempo que no pido consejos.

Debe ser porque no los escucharía.

Pienso, no estoy seguro.

Sin embargo…

Sin embargo está buena la promo de pedir consejos en vicisitudes que puedan presentarse de menor o mayor importancia. 

Quizás me refería a las de mayor importancia, porque a las de menor importancia no deberíamos negarnos. Hay un sinnúmero de cuestiones que al abrirnos a la posibilidad de recibir consejos podrían ayudarnos a tomar las decisiones más convenientes y efectivas. Y más vale escuchar al otro que ceñirse a los propios caprichos.

De hecho la duda es buena compañera para habilitar la calidad de toma de decisiones.

Y es en algún punto la antítesis de la convicción desmedida o el capricho cegador.

Mirá vos.

¿Qué es eso de parálisis por análisis?

Nada, la duda decía tiene sus dos caras. Como todo lo abusivo puede traer complicaciones.

Son dos gotitas cada dos horas.

Dos.

No más.

Sigamos…

A mí contrariamente a lo que creo que pienso, me gusta escuchar consejos porque es como apalancarse de la síntesis del otro. De su mayor convicción para la cuestión que sea. Y en definitiva, usar la cabeza ajena como una posibilidad extraordinaria para resolver el propio discernimiento.

Que por supuesto puede relajarse, ponerse en modo escucha, expectativa, pero no puede delegarse. Porque para lo único que serviría la delegación total del discernimiento es para obtener el premio cosuelo…

El me dijo. O ella me dijo.

¿Y?

No seas marmota, no lo culpes encima que te dio un consejo.

Desagradecido.

El dijo o ella dijo lo que dijo, lo que fuera que dijo, y vos cabeza de chorlito hiciste lo que dijo o lo que escuchaste que dijo. Y ahora sos tan desagradecido que porque lo que dijo no resultó ser como esperabas, le echás la culpa y no te hacés cargo del asunto.

Cuando voy y yo sabemos. Aunque en realidad, todos sabemos, que sos vos el único responsable de haber decidido lo decidido.

El único protagonista de la película por más que te quieras hacer el desentendido o la carmelita descalza y actuar con la cobardía de quien señala con el dedo a un presunto culpable, que quizás tuvo tan solo la amabilidad o la gentileza de decirte lo que le parece a partir de tu solicitud de opinión o consejo.

Punto.

Tomo la pastillita y vuelvo.

Ya está, disculpen.

¿Seré el único que se entretiene con estas cuestiones o la estaremos pasando todos bomba?

Es mejor jugar a estas cosas que caer en vicios insanos, que por suerte desconozco.

Y por experiencias ajenas por supuesto desaconsejo.

Entonces para sintetizar y llevarnos tal vez algo de estos vericuetos podríamos preguntarnos qué relación tenemos con los consejos.

¿Los pedimos? ¿Le damos demasiada entidad? ¿Nos interesan los consejos sobre cuestiones en apariencia irrelevantes o queremos el consejo que nos resuelva la vida? ¿Caemos en la trampa de pedir consejo para evadirnos de la responsabilidad de decidir?

Si bien a mí no me gustan ni me interesan los consejos de cuestiones definitivas de mi existencia, pensárdolo bien no estaría mal quizás escucharlos.

Seguro que alguien tiene algo interesante por decir.

Y uno no puede ser tan soberbio de andar despreciando la inteligencia de las cabezas ajenas.

¿No?




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lunes, 2 de diciembre de 2024

¿De qué depende?


Es frecuente que algunas personas quieran el resultado lo más rápido posible y sin esfuerzo alguno.


Como eso puede llegar a suceder, los susodichos de esa estirpe se embalan con la alternativa y quedan de alguna manera con las manos abiertas y la esperanza certera de que recibirán lo suyo bajo la archiconocida frase.


Dios proveerá.


Esa perspectiva propia de la debilidad y la holgazanería es inefectiva en general para que la persona reciba lo pretendido.


De ahí que tantos se quejen.


Claro que uno puede jugar a la lotería y tal vez gane. Pero es lo excepcional, no la regla.


Lo cierto es que detrás de cualquier recibimiento está el esfuerzo, el estudio, el trabajo, el compromiso. La capacidad, el desarrollo de habilidades…


La disposición irrenunciable de vérsela con los obstáculos que presenta la realidad para alcanzar lo que uno quiera.


Salud, dinero, amor.


Caramelos.


Lo que sea.


El resultado no es ajeno a uno ni se recibe por arte de magia, diciéndole de algún modo…


¿Sos Pedrito? Bueno, acá tenés tus caramelos.


Por ejemplo.


Esa perspectiva de vagancia es muy infantil e irresponsable. Sería pensar que lo que uno logra o tiene es producto de la suerte, de los caprichos del universo.


De papá o mamá.


O vaya a saber de qué cuestión ajena a la propia responsabilidad.


No es así, es todo lo contrario.


El resultado está en uno. En su asunción de responsabilidad. En su compromiso con el trabajo, con el esfuerzo. En su visualización y capacidad de acción.


En el desarrollo de sus propias capacidades y recursos para trascender los desafíos que fueran necesarios superar con el fin de lograr lo que quiera.


En síntesis, el resultado está en sus manos.


En sus pies.


Esencialmente en su cabeza, en su cuerpo.


Y en su boca, porque lo que dice y lo que se autorrelata termina condicionando su realidad posible.


Haciendo que lo que es sea producto esencialmente suyo.


A pesar de que después relate cualquier historieta.







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