martes, 24 de diciembre de 2024

Decirlo todo



Es todo un tema.


Está quien se restringe hasta el silencio más absoluto, conteniendo su decir a rajatabla y tragándose de alguna manera lo que podría expresar y mantiene en la más absoluta reserva.


Y están los que se sienten inclinados a abrir la boca para manifestarse como Dios manda, sin mayores reparos ni titubeos. 


Como haciéndose cargo de manera irremediable de lo que piensan y esencialmente de quienes son.


Debe ser por eso que siempre veo a los primeros como seres débiles, dubitativos, acomodaticios.


Pusilánimes.


Esencialmente porque no tienen el valor de hacerse cargo de lo que piensan y prefieren mantenerse a resguardo en silencio y la no exposición, como una técnica tan mediocre como efectiva para evitar discrepancias o enojos ajenos ante eventuales dichos que podrían pronunciar y juzgan como riesgosos.


De ahí que les gana la cobardía que los persuade a quedarse piolas. No exponerse.


Tragarse pensamientos y palabras, mascullando después en los rincones esas suertes de tormentos que sufre quien no pudo hacerse cargo de lo que piensa y resolvió permanecer en la tranquilidad de cerrar la boca para dejar las circunstancias como fueran sin incidir en lo más mínimo en los cursos de acción presumibles que su participación podría afectar.


Quedan tanto a resguardo como a merced del dicho ajeno.


Son testigos de una realidad que les acontece.


Pero lo eligen, por algo será.


Esencialmente porque juzgan que les conviene. Así que dejémoslos tranquilos con su negocio. Uno tiene derecho a elegir ser un flojito, un débil, un pusilánime, un acomodaticio.


Un verdadero cobarde.


Basta…


¿No dejás a la gente tranquila vo?


¿No es que hay que respetar al otro, querido? ¿No sos vo otro de los parlanchines del innegociable valor de la libertad?


No leíste que no hay que juzgar, que todo debe ser paz y amor.


Contéstame, flaquito…


No juzgo, describo.


Aunque en realidad no describo, sino que me lanzo al maravilloso mundo de la escritura que lo que procura hacer es nombrar el mundo para desentrañarlo, comprenderlo, desmadejizarlo, con el propósito de acceder a cierta claridad, cierta nitidez que vislumbre al ser en su arbitrariedad, que esencialmente concluye con una convicción más o menos efectiva que le indica que…


Es por acá.


Entonces procede.


La escritura es esencialmente eso, una posibilidad de avivamiento para construirnos como personas y crear el mundo.


Hágase la luz.


¿En que estábamos?


El título Juancito, fijate el título.


Decirlo todo.


Ah sí, me parece que es por ahí.


Creo en los Quijotes que tienen la inclinación a decirlo todo porque son los que orquestan el mundo. Y se hacen cargo de quienes en verdad son.


Además, a no dudarlo.


Se enferman menos.






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martes, 17 de diciembre de 2024

Voy a decir algunas cosas…


Primero…


No sé qué voy a decir. Aclaro.


Segundo, veremos. Siempre veremos, ¿no? Es mejor ver que escuchar porque el hecho tiene más fuerza de verdad que las palabras.


De algún modo las palabras pueden orquestarse, manipularse, camuflar la cosa que fuera o al propio sujeto, que puede permanecer oculto detrás de ellas.


El hecho no.


El hecho habla con la voz de la evidencia y se hace elocuente ante la vista de todos.


Es esto.


¿Lo ven?


Cuando el hecho ocurre las palabras de algún modo callan, porque tienen menos fuerza de verdad aunque bien puedan hacer lo suyo.


Entonces podríamos concluir para dar finalizado este vericueto que hecho mata palabra.


Nada más por decir.


Pero como el título decía que iba a decir algunas cosas y no sé por qué uno se condiciona y se mete en una surte de bretes que no tendía por qué meterse.


Por eso.


Voy a decir algo más.


Aclaro.


No sé què, pero algo más será dicho quizás por ser consecuente con honrar el brete y no disponerme a ejercer la sana rebeldía de la libertad que dicta lo que uno auténticamente quiere hacer.


Aunque esta vez creo que quiero decir algo más.


No sé qué.


Podría decir por ejemplo…


No sé, en verdad nosé.


Ah,eso puede estar bien, la posibilidad de tensionar lo normado para extender los límites.


Vamos por ello.


De algún modo las palabras nos delimitan y encarcelan. Las frases, los párrafos, la gramática también.


Hay que atreverse a despeinarlas o implosionarlas de algún modo positivo.


Esoquieredecir…


No sé qué quiere decir, pero puede tener que ver con la intención de extender el pensamiento, llegar hasta otro nivel de comprensión y entendimiento.


Acceder por fin a lo no dicho para refrescar de algún modo la existencia, y evadirnos de la previsibilidad de todo lo mencionado.


Poresemotivo.


Es que hay que asumir el riesgo de inventar palabras, algo que sutilmente y tal vez con cierta reticencia uno hace de manera esporádica.


Y cuela cada tanto una palabra que no existe. Confieso que lo he hecho de manera cuidada, poniendo prolijamente en cursiva la palabra dislocada de lo normado establecido.


Luego he sido menos cuidadoso y de macho nomás dejo que emerja la palabra que no existe ni es aceptada por los mandamás de la RAE. Así que cuando aparece la apunto sin mayor reticencia.


Nada de cursivas ni salvedades.


Ni nada.


Que aparezca la palabra inexistente a lo guapo si tiene que aparecer.


Inventar palabras y pretender arribar a lo no dicho es como atreverse a crear un mundo que no existió previamente.


La invención es esencialmente la generación de lo nuevo.


Y esa aspiración es una voluntad interesante que todos podríamos asumir.


Después de todo, el tiempo que nos queda no lo podemos gastar dejando el mundo cómo está.







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miércoles, 11 de diciembre de 2024

¿ Cinco para el peso?


Me pregunto si faltan cinco para el peso.


Es una suerte de inconformidad manifiesta que en determinado grado puede ser benigna o maligna.


Si esos cinco nos movilizan para alcanzar los objetivos restantes que queremos sin arruinarnos, tal vez son buenos. Nos dicen, che flaquito o gordito, no seas tan cómodo, movete, afrontaálos desafíos y obstáculos que sean y anda por lo tuyo.


No te quedes echado en el sillón de la comodidad, el mundillo que tenés y la certeza de la previsibilidad.


Fíjate allá, ves esos cinco para el peso, ¿no?


Bueno, andá querido y buscalo.


Vamos, levántate.


Algo así debe ser, si es benigno, supongamos.


Si es maligno el tema se ensombrece, por decirlo de alguna manera. La persona queda dándose manija de una inconformidad irresoluble y masculla la imposibilidad que fundamenta la frustración.


Vivir con ese tipo de cinco para el peso es sufrir innecesariamente, amargarse por voluntad propia y frustrarse por el fracaso elegido.


Debe haber un punto intermedio, de cierta comodidad placentera, por las circunstancias que construimos. Y de cierta incomodidad que conviene afrontar para emerger en una nueva situación.


Experimentar otros logros.


Es en ese espacio tal vez de equilibrio donde la aceptación borra de un plumazo los cinco faltante y disfrutamos el peso.


Estamos en paz con quienes somos y con lo que hemos hecho.


Residiendo en una suerte de felicidad posible que supimos conquistar.


Por eso quizás una dosis de inconformismo es saludable, quizás una sobredosis es perjudicial.


Deben ser dos o tres pizquitas, no más.







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viernes, 6 de diciembre de 2024

Los consejos


Hace tiempo que no pido consejos.

Debe ser porque no los escucharía.

Pienso, no estoy seguro.

Sin embargo…

Sin embargo está buena la promo de pedir consejos en vicisitudes que puedan presentarse de menor o mayor importancia. 

Quizás me refería a las de mayor importancia, porque a las de menor importancia no deberíamos negarnos. Hay un sinnúmero de cuestiones que al abrirnos a la posibilidad de recibir consejos podrían ayudarnos a tomar las decisiones más convenientes y efectivas. Y más vale escuchar al otro que ceñirse a los propios caprichos.

De hecho la duda es buena compañera para habilitar la calidad de toma de decisiones.

Y es en algún punto la antítesis de la convicción desmedida o el capricho cegador.

Mirá vos.

¿Qué es eso de parálisis por análisis?

Nada, la duda decía tiene sus dos caras. Como todo lo abusivo puede traer complicaciones.

Son dos gotitas cada dos horas.

Dos.

No más.

Sigamos…

A mí contrariamente a lo que creo que pienso, me gusta escuchar consejos porque es como apalancarse de la síntesis del otro. De su mayor convicción para la cuestión que sea. Y en definitiva, usar la cabeza ajena como una posibilidad extraordinaria para resolver el propio discernimiento.

Que por supuesto puede relajarse, ponerse en modo escucha, expectativa, pero no puede delegarse. Porque para lo único que serviría la delegación total del discernimiento es para obtener el premio cosuelo…

El me dijo. O ella me dijo.

¿Y?

No seas marmota, no lo culpes encima que te dio un consejo.

Desagradecido.

El dijo o ella dijo lo que dijo, lo que fuera que dijo, y vos cabeza de chorlito hiciste lo que dijo o lo que escuchaste que dijo. Y ahora sos tan desagradecido que porque lo que dijo no resultó ser como esperabas, le echás la culpa y no te hacés cargo del asunto.

Cuando voy y yo sabemos. Aunque en realidad, todos sabemos, que sos vos el único responsable de haber decidido lo decidido.

El único protagonista de la película por más que te quieras hacer el desentendido o la carmelita descalza y actuar con la cobardía de quien señala con el dedo a un presunto culpable, que quizás tuvo tan solo la amabilidad o la gentileza de decirte lo que le parece a partir de tu solicitud de opinión o consejo.

Punto.

Tomo la pastillita y vuelvo.

Ya está, disculpen.

¿Seré el único que se entretiene con estas cuestiones o la estaremos pasando todos bomba?

Es mejor jugar a estas cosas que caer en vicios insanos, que por suerte desconozco.

Y por experiencias ajenas por supuesto desaconsejo.

Entonces para sintetizar y llevarnos tal vez algo de estos vericuetos podríamos preguntarnos qué relación tenemos con los consejos.

¿Los pedimos? ¿Le damos demasiada entidad? ¿Nos interesan los consejos sobre cuestiones en apariencia irrelevantes o queremos el consejo que nos resuelva la vida? ¿Caemos en la trampa de pedir consejo para evadirnos de la responsabilidad de decidir?

Si bien a mí no me gustan ni me interesan los consejos de cuestiones definitivas de mi existencia, pensárdolo bien no estaría mal quizás escucharlos.

Seguro que alguien tiene algo interesante por decir.

Y uno no puede ser tan soberbio de andar despreciando la inteligencia de las cabezas ajenas.

¿No?




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