sábado, 7 de septiembre de 2024

El ego



No alcanza con dominar el ego propio porque uno está también sujeto a los problemas del ego ajeno.


Maldita inseguridad.


El otro anda inseguro por la vida, mira al vecino y necesita equipararlo, igualarlo como sea.


Un auto, una quinta, un avión, un campo…


Vaya a saber qué carajo tiene el vecino que motiva al susodicho a pretender igualarlo con obsesión desmedida.


Parece increíble que gente grande no haya aprendido nada al respecto y sea de alguna forma una marioneta de vida ajena.


Si fulanito va para allá entonces el susodicho por supuesto movilizado por su inseguridad insondable debe ir para allá también o un poco más.


Un paso más, un pasito más.


Ese ego ajeno que se caracteriza por faltarle inexorablemente siempre cinco para el peso, es un motor insistente para hacer lo que fulanito hizo y el susodicho por supuesto debe hacer para no ser menos.


No habría problema con semejante paparruchada si el susodicho se hiciera cargo de sus inseguridades, su falta de dominio de su propio ego y los cursos de acción que se le antoje.


A su costa.


El problema es cuando el ego ajeno no invita, sino que exige la participación de uno e insiste de manera molesta y caprichosa.


Pretendiendo obligar a que uno se embauque vaya a saber en qué circunstancias que le insumirán valioso tiempo de su vida.


Y uno por qué tiene que participar de prepo si no tiene problemas de inseguridades, no necesita andar ventilando sus logros, no le quiere ganar a nadie y tiene dominado el ego propio, como si fuera un cachorro con una soguita que no quiere soltar.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.