jueves, 5 de septiembre de 2024

¿Conviene ser positivo?



Depende.


¿De qué?


Sospecho que de muchas cosas.


Vemos…


El positivo acérrimo, el positivo negador, es en el fondo un imprudente, un irresponsable, un descocado. Porque si ve una luz y es el tren, dice hasta último momento que no es el tren, que es tal vez la luz de la alegria, de la felicidad.


De la buena Ventura.


Jura y perjura lo mismo y si se aferra al optimismo negador se queda en esa posición hasta el final, para comprobar que muere con las botas puestas.


Fin.


De modo que además de ser un optimista negador, es un tonto que paga altísimos precios cuando tarde o temprano la evidente realidad se manifiesta con elocuencia.


Por caracterizar a alguno.


¿Habrá otros?


Claro que sí, está el optimista inteligente. Es el maduro, responsable. El que tiene la disposición a ver siempre el vaso medio lleno y obra en consecuencia para llenarlo.


Es también el que ve el tren y dice, cuidado, ojito.


Y se corre de la vía, por decir algo.


Y es además el que ve los obstáculos como desafíos circunstanciales.


Circunstanciales, conviene recordar la palabra.


Ve un futuro mucho mejor que el presente y lo construye, con la certeza de que esos obstáculos son circunstanciales, y con capacidad, esfuerzo, compromiso y determinación son siempre superados.


Después está el realista, el que ajusta las velas y se cita de manera abusiva y embolante en tantísimos libros que dicen lo que dicen otros libros.


Y que por esa razón no deberían ser escritos.


🤔



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