lunes, 16 de septiembre de 2024

Los vivos


No hay peor tonto que el que se cree vivo.


De chico me pasaba que los que se creían más avispados, los que se auto adjudicaban estar un paso más adelante que todos, eran siempre los chiquilines, inmaduros y más dañinos.


Los sufría.


A modo estoico, contemplándolos de alguna manera en las circunstancias en las que participaba.


Ellos ejercían sus boludeces como bufones que procuraban entretener a los parroquianos y yo los observaba con un único pensamiento en la cabeza.


Son unos tarambanas.


Recuerdo por ejemplo a un vivillo que molestaba a un compañero hasta perjudicarlo con impunidad.


Llegaba hasta pegarle detrás en la nuca mientras se mofaba como si fuera el más vivo de todos.


Y recuerdo también lo que más me molestaba. 


Reírse de algún amigo que participaba de cualqtier reunión, hasta el punto de ofenderlo, ridiculizarlo, burlándose sin la más mínima consideración.


Más de una vez tuve que intervenir para educar la zoncera ajena. Y más de una vez sentí que lo mejor era alejarme de esos personajes tan extraviados como nefastos, que no agregaban ningún tipo de valor a la vida.


Por suerte no vonviví con muchos de estos vivillos de chico. Y si se apersonaban bien sabía evitarlos o educarlos.


De grande casi nunca percibo a alguno, porque cuando ya intuyo que alguen de esta estirpe puede acercarse, escapo más rápido que un bombero.


Es cierto que nunca miro para atrás para enredarme en el mundo que pasó, aunque la reflexión aporta elaboración y toma valor de la experiencia.


Por eso tal vez recuerdo a un par de esos vivillos en la niñez, que no han demostrado ser muy avispados de grandes.


Más bien la adultez los ha revelado como los tontos de siempre.







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sábado, 7 de septiembre de 2024

El ego



No alcanza con dominar el ego propio porque uno está también sujeto a los problemas del ego ajeno.


Maldita inseguridad.


El otro anda inseguro por la vida, mira al vecino y necesita equipararlo, igualarlo como sea.


Un auto, una quinta, un avión, un campo…


Vaya a saber qué carajo tiene el vecino que motiva al susodicho a pretender igualarlo con obsesión desmedida.


Parece increíble que gente grande no haya aprendido nada al respecto y sea de alguna forma una marioneta de vida ajena.


Si fulanito va para allá entonces el susodicho por supuesto movilizado por su inseguridad insondable debe ir para allá también o un poco más.


Un paso más, un pasito más.


Ese ego ajeno que se caracteriza por faltarle inexorablemente siempre cinco para el peso, es un motor insistente para hacer lo que fulanito hizo y el susodicho por supuesto debe hacer para no ser menos.


No habría problema con semejante paparruchada si el susodicho se hiciera cargo de sus inseguridades, su falta de dominio de su propio ego y los cursos de acción que se le antoje.


A su costa.


El problema es cuando el ego ajeno no invita, sino que exige la participación de uno e insiste de manera molesta y caprichosa.


Pretendiendo obligar a que uno se embauque vaya a saber en qué circunstancias que le insumirán valioso tiempo de su vida.


Y uno por qué tiene que participar de prepo si no tiene problemas de inseguridades, no necesita andar ventilando sus logros, no le quiere ganar a nadie y tiene dominado el ego propio, como si fuera un cachorro con una soguita que no quiere soltar.





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jueves, 5 de septiembre de 2024

¿Conviene ser positivo?



Depende.


¿De qué?


Sospecho que de muchas cosas.


Vemos…


El positivo acérrimo, el positivo negador, es en el fondo un imprudente, un irresponsable, un descocado. Porque si ve una luz y es el tren, dice hasta último momento que no es el tren, que es tal vez la luz de la alegria, de la felicidad.


De la buena Ventura.


Jura y perjura lo mismo y si se aferra al optimismo negador se queda en esa posición hasta el final, para comprobar que muere con las botas puestas.


Fin.


De modo que además de ser un optimista negador, es un tonto que paga altísimos precios cuando tarde o temprano la evidente realidad se manifiesta con elocuencia.


Por caracterizar a alguno.


¿Habrá otros?


Claro que sí, está el optimista inteligente. Es el maduro, responsable. El que tiene la disposición a ver siempre el vaso medio lleno y obra en consecuencia para llenarlo.


Es también el que ve el tren y dice, cuidado, ojito.


Y se corre de la vía, por decir algo.


Y es además el que ve los obstáculos como desafíos circunstanciales.


Circunstanciales, conviene recordar la palabra.


Ve un futuro mucho mejor que el presente y lo construye, con la certeza de que esos obstáculos son circunstanciales, y con capacidad, esfuerzo, compromiso y determinación son siempre superados.


Después está el realista, el que ajusta las velas y se cita de manera abusiva y embolante en tantísimos libros que dicen lo que dicen otros libros.


Y que por esa razón no deberían ser escritos.


🤔






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