jueves, 18 de julio de 2024

Aprender del otro…

Siempre me llamó la atención que la gente aduzca por ejemplo que no tiene experiencia en tal o cual materia y que es necesario e imprescindible tenerla.


Es como pretender que uno meta los dedos en el enchufe para corroborar la patada.


Una exigencia para la zoncera, que debería rechazarse de plano sin mayores explicaciones.


¿No hiciste el servicio militar vos?


No, pero no necesito que me fajen para saber lo qué es bueno.


Claramente la experiencia es esclarecedora si se observa con espíritu crítico y analítico. Porque convengamos que experiencia sin análisis no aporta aprendizaje.


Si no pregúntenle a todos lo que repiten la experiencias negativas una y otra vez.


Digo, como para azuzar un poco, porque si uno no patea un poco el hormiguero, si no pellizca de algún modo para fastidiar, quizás no inquieta, no entretiene, aburre y deja que las palabras caigan en el universo de la intrascendencia, donde apenas pronunciarse quedan olvidadas.


Y si uno escribe es, entre otras cosas, para pugnar que ciertas palabras, frases o ideas se escabullan de ese presunto destino y cuando uno menos lo espere salgan a flote.


Y queden.


Para siempre.


Por eso a veces se apela a la posibilidad de patear hormiguero o pellizcar un poco.


No mucho, por supuesto. Si no con la justa medida. 


Despacio, sin lastimar. Movilizante.


Un toque.


Y volviendo al tema de aprender del otro, no solo inquieta la gente que es ciega a la posibilidad de ese aprendizaje, sino que a la vez tiene dificultades para aprender de su propia experiencia.


Por lo cual para qué carajo quieren experiencia.


¿Para meter los dedos en el enchufe una y otra vez?




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