jueves, 11 de noviembre de 2021

Cross


Se dice que uno escribe siempre lo mismo, cosa que en parte creo que es cierto. Se escribe tal vez lo mismo porque es lo que se tiene para decir.

Dios dirá, bueno Josecito vos martillá con esto. Dale por ahí, persistí, insistí, remarcá. No cedas Josecito, seguí firme con ese mensaje.

¿Algo así?

Quién sabe, la escritura es una dimensión tan extraordinaria como insondable, que tiene muy presumiblemente voz propia. Habla por sí misma, más allá de que el autor se atribuya ser el causante de lo escrito.

En verdad, supongo, lo que emerge en esencia no le pertenece. Es una suerte de vehículo que facilita un decir que debía manifestarse.

Creencias si las hay.

De momento a la escritura es mejor respetarla, tratarla con cuidado, con afecto. Siempre tengo terror de que las palabras se ausenten, que la escritura se enoje conmigo y que no me quede nada más por decir.

Sería como morir en el mundo simbólico, algo que no podría permitirme.

Estoy para decir, para abrir la boca, para hacer que las palabras se desplieguen, que los párrafos avancen diciendo lo suyo, y que se produzcan las perturbaciones necesarias positivas que conduzcan a transformar la realidad en todos los aspectos desbarajustados que sean.

Es bueno que cada uno diga lo suyo y si es necesario que machaque. Que machaque todo lo necesario para ser consecuente quizás con su mensaje esencial. Así cumple presumiblemente con su misión de haber entregado tal vez lo que tenía asignado para decir.

 ¿Y ahora qué iba a decir?

Iba a decir esencialmente eso, que pasen al frente, que no miren para otro lado. Que no se hagan los distraídos ni caigan en la comodidad de los pusilánimes que no se juegan nunca por nada. Que levanten la mano e intercedan cada vez que deban interceder. Que crean en ustedes para decir lo suyo, más allá de los aplausos o silbidos. Eso no cuenta en lo más mínimo. Más allá de la indiferencia, que no tiene ninguna importancia. Lo relevante, lo esencial, lo crucial en este tipo de cuestiones es alzar la voz, proceder a paso firme y decir lo que se tenga que decir.

Le guste a quien le guste. Le pese a quien le pese.

Avancemos.

Los pueblos se empobrecen si acallan sus palabras los impresentables de turno y se corre el riesgo de terminar de rodillas frente a un par de monigotes, que exudan ignorancia y encima suelen estar guiados por la maldad. Mientras viven extraviados en la precariedad del ser que se entusiasma con la posibilidad de hacer daño.

La palabra asegura la libertad, por eso cualquier payaso de turno con aspiraciones a esclavizar a la ciudadanía procura reprimirla, ajusticiarla, silenciarla. 

Deben negar la posibilidad de pensar, de creer que se puede construir otra realidad posible. 

Solo buscan sumisión, ignorancia, esclavitud, cobardía.

Hay que devolver con cross de derecha para que los pueblos alcen la voz, las instituciones se impongan como ocurre siempre en todos los lugares del mundo y la ciudadanía viva con la libertad que se merece.

He dicho.



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