La palabra que incomoda
De manera antagónica con el acomodaticio, la palabra que incomoda rechaza el espíritu pusilánime y se enfrenta a la incomodidad que provoca.
Detesta la complacencia, la condescendencia y la vocación de chupamedias propia de seres que se degradan para obtener cualquier favor o privilegio.
Lejos de callarse y asentir cobardemente, la palabra que incomoda se pronuncia cada vez que lo considera necesario para transformar el mundo de forma positiva.
Emerge sin titubeos para inquietar, perturbar, hacer pensar.
Redefinir los cursos que complacientes y acomodaticios reafirmaban por cobardía, carencia de sentido crítico o mezquina especulación personal.
La palabra que incomoda jamás convalida el despropósito ni los caprichos desafortunados de quien en forma circunstancial pero en apariencias permanentes, dirige la batuta y corta el bacalao.
El hombre que libera la palabra que incomoda se respeta a sí mismo y se juega por quien es.
Tiene la dignidad que a los acomodaticios le falta.
No declina ante el poderoso, la mirada reprobatoria ni las prebendas que suelen premiar las actitudes condescendientes propias de quien ejerce de obsecuente.
Su actitud es constructiva y está centrada en transformar el mundo que fuera en forma positiva.
Molesta y perturbadora, es la herramienta esencial para lograrlo.
Por eso quien abre la boca para pronunciar la palabra que incomoda, la suelta cada vez que es necesario.
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