El hombre caprichoso
Pierde tiempo el hombre caprichoso cuando quiere conversar.
Encerrado en sus verdades se ofrece sordo a una palabra que nunca le llega.
Por eso es mejor que se asuma sin titubeos y resuelva hacerse cargo de quien es, si no tiene la intención de cambiar.
Eso le permitiría ganar tiempo y no inmiscuirse en conversaciones improductivas e innecesarias.
Debería saber primero que de persistir en su capricho, no es pertinente simular el interés en participar en conversaciones, porque el otro, si en verdad oficia dignamente de quien es, presumiblemente pueda manifestarle la disidencia en todo o en parte, y esa mirada ajena pero razonable, puede provocarlo al punto de hacerlo enojar o desafiarlo a reconsiderar lo que obstinadamente afirmaba.
De modo que es en vano que contra su propia esencia el hombre caprichoso se apreste a conversaciones. Corre riesgo de quedar de algún modo tartamudeando si la fundamentación ajena revierte sus convicciones. Y en caso de hacerlo con razonabilidad y contundencia, solo sirve para volver más elocuente el rasgo caprichoso que lo tiene maniatado como a chico endiablado que no le han comprado su chupetín.
Quizás el problema más relevante del hombre caprichoso es la asunción irremediable de su ceguera. Cree de modo innegociable en lo que se le ocurre y se aferra con uñas y dientes a sus certezas. Encerrado en sí mismo el otro ocupa el lugar de la molestia.
Y si piensa, peor.
Porque puede hacerle notar las inconsistencias del capricho, las desavenencias, los puntos flojos y las inconveniencias que sería pertinente reformular.
Situación que pone de mal humor al hombre encaprichado y lo deja extraviado o patituerto ante la verdad ajena.
De modo que no es sugerible para quien no está dispuesto a soltar el capricho que se entrometa a conversaciones que si en efecto son comprometidas y saludables, pueden favorecer la reflexión en vez de afianzar sus certezas.
El hombre caprichoso debiera asumir su condición y mantener su escucha cerrada, para evitar molestias que puedan cuestionar sus caprichos.
Encerrado en sí mismo puede permanecer contento, feliz, y convincentemente equivocado.
Sin que lo perturbe nadie.
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