Meter la pata
Nadie está liberado de obrar como un zonzo, meter la pata y sufrir las consecuencias del caso.
Me acaba de pasar.
Apreté no sé qué cosa y un archivo personal pasó a publicarse en el chat de un zoom grupal con varias personas desconocidas. Miré extrañado el archivo en el chat y la persona afamada que guiaba el espacio grupal dijo, ¿qué nos quiere contar Juan?
Miro de vuelta y veo el archivo. Advierto que se ha enviado por error, quizás el viejo que empieza a manifestarse en mí apretó no sé qué cosa y mandó el archivo personal al chat colectivo.
No puedo ser tan pelotudo, pienso.
Aprieto los botones del chat, el derecho, el izquierdo. Los dos juntos.
Aprieto al costado, arriba, abajo. Toco, toco, toco.
¿Qué querés compartir Juan?, escucho de nuevo.
Nada, nada. Un error, confieso. Disculpen. Imploro de alguna manera piedad, que nadie mire lo que no debe ver. Que nadie ponga los ojos en la hendija de mi intimidad.
A quién le importa, pienso.
Seguramente que a nadie, me respondo mientras busco en internet cómo carajo se borra un mensaje de chat en zoom.
Ah, sí. Se borra fácil, aparece el botoncito de la papelera. Aparece al lado del mensaje.
Raro porque no lo vi, si ya toqué, pienso en un abrir y cerrar de ojos.
Aprieto, aprieto, aprieto. Nada, nada, nada.
Si el administrador configura esa autorización se puede borrar fácilmente, leo.
No puede ser, me digo, no estoy autorizado. Estoy desnudo, al frente, encima del escenario haciendo quizás morisquetas. Si es un escrito íntimo puede ser peligroso, estoy a corazón abierto, desnudo, sin posibilidad de reacción, con mucha gente buena pero en esencia desconocida.
Pobre de mí.
No es tan grave, creo. Ese escrito es un resumen de un viaje.
¿Pero no habré puesto cosas íntimas y personales? Personalísimas, propia de los escritos íntimos que despliego con la mayor espontaneidad del mundo para desenredar el ser que me habita, desanudarlo como sea, lanzándolo a la vida mientras confiesa sus inquietudes, sus disyuntivas y deseos más auténticos.
O cuestiones inconfesables.
Verdaderamente inconfesables.
No es para tanto, me digo.
Leo un poco, creo que no es tan grave. Es una síntesis de un viaje, no hay nada que ocultar. Ni nada que mostrar.
Debe ser el viejo que reside en mí y está pidiendo cancha. Quiere hacer de las suyas.
Estaré atento para mantenerlo a raya.
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