martes, 30 de marzo de 2010

Emprendedores 2.0 Superó los 3 mil Miembros



Fue una buena noticia que Emprendedores 2.0 la Red Social de los Emprendedores, superó esta cifra de miembros.

Me reconforta saber que es un ámbito que construimos entre todos, nos aporta valor, extiende nuestras relaciones y posibilidades.

Si aún no estás, no dudes en sumarte.
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viernes, 19 de marzo de 2010

Me Duermo



S
on las dos treinta de la mañana y me duermo.

Abrí la computadora para resistir. Para sostener el tiempo y encontrar algo que decir.

Prendí música que escucho mientras percibo el cansancio.

Es preciso notarlo. El cansancio se presenta desde el silencio. Viene a convencernos de que está bien por hoy. Que la cama está cerca y más vale cerrar los ojitos. Tirarse en la cama y sucumbir.

Me paro, y sé que voy a volver.

Enciendo una vela y busco un vaso de agua para hacer la vida perfecta. Porque desde la simpleza se manifiesta la intensidad. Supongo, me permito sospechar.

Pero me duermo.

La verdad después de todo para qué sirve si es para molestar.

Habría entonces que construir la teoría de la mentira. Entenderla, abordarla y anunciarla.

Me

Mientras la vela resiste movilizando la llama, la música persiste…

Duermo.
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viernes, 12 de marzo de 2010

El Otro



Yo estaba.

En verdad no estaba sólo yo. Estábamos todos.

Sí, estábamos todos conversando. Reunidos, sentados y conversando.

Entonces cada palabra es importante, cada intervención es importante.

Eso es lo que creo yo. Eso siempre lo pensé así. Porque el otro es el otro, tiene su mirada, sus palabras, sus posibilidades de proyección, su visión de futuro…

Es lindo el otro en toda su dimensión. Por eso debe surgir, aparecer, emerger.

Hay que facilitar las condiciones para que el otro se eleve por sobre las circunstancias, trascienda la incomodidad y celebre su existencia.

Eso creo yo. Eso pienso yo.

Que el otro aparezca, nos mire a todos y se eleve.

El otro tiene que relucir su esencia, hacerse presente, evidenciarse.

Vamos, vamos. Que el otro alce la voz, haga su entrega, evada la incomodidad y se pronuncie sin titubeos.

Hay que abrirle la puerta y si es preciso empujarlo. Que hable, que hable.

Pero eso pienso yo y no todos los que estamos en la mesa celebrando la existencia pensamos lo mismo.

Porque estamos todos conversando entre intervenciones y palabras. Sumergidos en el propósito, en el claro objetivo. En la instancia que dio motivo al encuentro. Movilizó la intención y llevo a nuestros cuerpos a sentarnos a la mesa.

Entonces la persona de mi izquierda muestra un atisbo de grandeza. Resuelve abrir la boca, entregar la palabra, manifestar la inquietud.

La persona de mi izquierda insinúa disidencia.

Contento como un niño aguardo para intervenir con presencia. Pero el de enfrente comete el despropósito de procurar callarlo por la inseguridad de su desacuerdo. Hablando encima, avasallando. Invalidando la grandeza del pensamiento disidente, enriquecedor.

Entonces el de enfrente sigue hablando más fuerte y el de la izquierda calla por respeto.

Y el de enfrente sigue hablando, con el único propósito de acallar el pensamiento disidente e invalidar la diferencia.

Entonces decido tomar la palabra para hablarle sólo al de la izquierda. Y vuelvo a abrir la boca con la certeza de que escucharán todos. Mientras el de enfrente sigue hablando de continuo. Pero ahora tiene la preocupación de escucharme.

- No te preocupes, ya va a aprender a escucharte. Vas a ver que algún día va a aprender a enriquecerse del pensamiento del otro.

El de la izquierda sonríe y el de enfrente sólo atina a abrir grandes sus ojos.
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viernes, 5 de marzo de 2010

El Vago de Acosta


Me di vuelta y recibí.

La piña me la dio el tonto de Romeu sin anoticiarme.

Fue hace unos años cuando el vago de Acosta lo tocó con una regla T a Romeu donde no puedo contarles.

Colorado y justiciero Romeu obró con convicción. Yo estaba al lado de Acosta y pensó que había sido el protagonista de la travesura. Así que apenas me di vuelta recibí toda su rabia.

El tenía la certeza de que había sido yo el que lo había tocado con la regla. Y yo tenía la certeza de que él se había equivocado.

Nos enredamos entre piñas que siempre encontraron destino. Di con izquierda y derecha mientras recorríamos el aula. Y recibí con igual suerte.

El estaba preso de la rabia, y yo de la injusticia.

Las piñas iban y venían ante la mirada de los compañeros de la secundaria. Hasta que por fin un par de buenos amigos lograron separarnos.

Yo había dado bastante, pero también había recibido suficiente.

Por fin desde lejos lo vi a Romeu retirándose, acomodándose en su banco. Se tranquilizaba y todo parecía que llegaba a su fin. Pero la cuenta rápida me decía que si no había empate, estaba en déficit.

Salí como loco a hacer justicia. Pero me enredé otra vez a las piñas con similar suerte.

El vago de Acosta miraría desde el costado, sin ánimo de aclarar el entuerto.

Y Romeu, que era un buen tipo, no sé cómo pudo invitarme a resolver la vida a trompadas.

Algún testigo podría afirmar que fue empate. Que dimos y recibimos a voluntad.

Pero hoy escribo yo para revivir con simpatía mi única presentación boxística.

Así que diré que gané.

Gané por puntos.
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sábado, 27 de febrero de 2010

La Elección



L
legué apresurado a una confitería ruidosa. Antes de entrar ya me había visto, así que se adelantó a pagar la cuenta y salimos.

El propósito del encuentro era hablar de un extenso escrito que había hecho. Mi amigo lo había leído y acordamos tomar un café para que me transmita sus comentarios.

Serían las 16 horas cuando abrimos la puerta de la confitería que está frente al Congreso en Buenos Aires. Pasó él, pasé yo.

Buscó inquieto la mesa más alejada, no quería que haya ruido ni que nada perturbe. Así que nos sentamos con la única predisposición de celebrar el momento.

Mi amigo me comentó todo lo que le había generado la lectura, y tuvo la amabilidad de desarrollar en profundidad su mirada sobre el escrito.

Tomamos dos cafés, intercambiamos opiniones, y nos dimos el tiempo para cerrar esta charla que teníamos pendiente.

Otra vez el mozo, otra vez la cuenta.

Agarramos las mochilas, pagamos y nos fuimos. Salimos por Rivadavia un poco alborotados, caminando con prisa. Los dos íbamos a destino.

Aproveché entonces para transmitirle cierta inquietud sobre los matrimonios que perduran sin encanto, sostenidos por el valor de la persistencia. Me perturbaba la lógica de la hipocresía que observaba en algunas personas, que decididas a sostener el cuento hasta el final, parecían resignar la vida.

Lo miré a Oscar como exigiéndole una explicación. El tiene unos buenos años y le sobra sabiduría. Así que entre los pasos por fin dejó de mirar para adelante, se dio vuelta y me dijo:

- No te preocupes Juan, ni vos ni yo elegimos vivir así.
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martes, 23 de febrero de 2010

Simplicidad


Hace un tiempo resolví aquietar los ruidos y encontrar la paz.

En la simplicidad está la verdad. Aunque sospeche últimamente de la validez de buscarla. Del motivo que supone la persecución del intento. El encuentro anhelado que parecería fructífero. Tendría un valor absoluto, supremo.

Hoy dudo de la ineficacia de la verdad. Resigno por voluntad propia el interés que me lanza a su búsqueda. Con la vocación de renunciar al juego. Determinado a desistir del sano y a veces estimulante propósito.

Decido entonces afirmarme en la simpleza. Honrar las antípodas de la complejidad. Para observarlo todo desde la pureza que supone la inocencia y la predisposición que facilita el aprendizaje.

Como si fueran ojos desprovistos de conceptos, circunstancias, valores que los acechan. Para ver el mundo pintado a voluntad, con las mismas pinceladas. El valor de lo predecible y cierta resistencia a atisbos desalineados.

Hoy decido abrir los ojos y verlo todo. Mirar por fin con los ojos abiertos.

En la simpleza está la verdad, porque revela la profundidad de la existencia. Desprovista de ornamentos y pretensiones hace que la vida se exprese. Cobre forma en el aire que mueve las hojas de aquel árbol, o en la hormiga que parece haber fijado su objetivo a unos metros y no se le ocurre ceder el paso.

¿Por qué va tan apurada la hormiga?, ¿Qué le imprime de semejante convicción para sostener esos pasos decididos?, ¿Por qué va para allá, y sólo para allá, sin la mínima intención de contemplar un desvío?

Cuanta gente muere sin haber visto en verdad aquél árbol que participó de su camino, la piedrita que estuvo a su lado, el viento que rozó su cara. O aquellas estrellas que aprendí a ver por primera vez una noche de verano.

Porque la simplicidad es siempre un regalo que merodea. Pero sólo una disposición a aceptarlo puede hacer que emerja ese sutil encanto de su belleza.

La complejidad siempre acecha para confundirnos y desviarnos. Porque la seducción de la abstracción se presenta como una experiencia intensa, reconfortante.

Pero hoy me afirmo en la simpleza.

Para que la vida se haga presente y la existencia por fin se exprese.
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domingo, 21 de febrero de 2010

El Cuento



Valentini, escribí esto.

Me dijo mi amigo, contento como un niño. Mientras atestiguaba una situación que suponía debería ser memorable.

El sonreía y me invitaba a registrar el momento. Ya había sido partícipe y protagonista de otras confesiones. Así que sabía muy bien que ese instante, justo ese instante, bien era merecedor de un escrito.

Mi amigo me miraba como anhelando ver el texto. Con la expectativa que tiempo después vuelva a ser parte del escrito y el dueño indiscutido de la circunstancia eterna.

No recuerdo qué era. Lo que sí sé es que suelo escribir sobre cierta cotidianidad. Pasajes de la vida en los que participo y por alguna razón se vuelven significativos.

De modo que cada vivencia es susceptible de ser capturada para emerger desde un mundillo de complicidad silenciado, a una vidriera con desconocidos transeúntes.

No sé cuánto tiempo pasó, pero hoy lo veo a mi amigo con la sonrisa del niño que espera encontrarse con su cuento.

Me pregunto si le habré fallado. Si la memoria vendrá algún día para traerme lo que debería expresar. Recuperar esa cotidianeidad que vivimos para procurar trascendencia.

No recuerdo qué era digno de contar. Aunque veo con precisión su cara que me mira, con atención y anhelo.

- Valentini, escribí esto.

El está ahí. Me mira y yo lo veo. Unos segundos nos separan de cierta complicidad que nos permite el silencio.

Me pregunto dónde andará René. Yo ahora…

Ahora lo cuento.
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sábado, 13 de febrero de 2010

Post de Verano


Hoy tomé una decisión importante. Decidí liberarme de una buena vez de cierta perturbación que me acompañaba.

El verano fue un buen tiempo de reencuentro con mi blog. Así que escribí, sin prisa pero sin pausa.

La idea de no publicar más de un escrito por día hizo que vayan quedando algunos pendientes. Y esto provoca cierta energía molesta que pugnaba por liberarse.

De manera que la libero hoy, al publicar todos juntos los escritos que tenía pendiente difundir.

El problema muchas veces no suele ser escribir, sino liberarse de los escritos. Así que ahora los entrego a todos, ya no los quiero retener más. Que se vayan con ustedes.

Espero que les resulten agradables, que puedan compartir sus comentarios y comprendan cierto atropello que puede significar esta entrega.
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