sábado, 14 de abril de 2012

El Método


Quedé algo desconcertado.

Lo presentí en los primeros minutos, luego lo percibí con el transcurrir del tiempo.

Esos hombres eran inteligentes, tenían capacidad de análisis, de abstracción. Podían detenerse frente a las circunstancias del hombre, problematizarlas y elucubrar métodos y herramientas para intervenir de algún modo. Siempre con la intención de abordar los problemas para procurar la cura.

Esos hombres eran Carl Jung y Sigmud Freud. Quizás dos de las personalidades más reconocidas, que hicieron una inestimable contribución a la Psicología.

Llegué solo y me acomodé en la sala entre otros tantos. Se apagaron las luces y empezó la película en el cine del Abasto.

Aquellos hombres pronto debatían sobre sus perspectivas para abordar al ser humano y facilitarle la cura. A Freud no le convencía que otros conocimientos de difusa justificación intervengan en el campo del saber que con esmero construía. Entendía que vulneraba la seriedad del conocimiento y facilitaba la crítica despiadada sobre un espacio de saber que se edificaba peldaño a peldaño con pretensiones científicas.

Jung quería aportar otras posibilidades del conocimiento. Trascender lo visible y arriesgarse a otros saberes, que parecen manifestarse pero resultan difíciles de avalar.

Claro que la película es mucho más que eso y trasciende con creces esta precaria argumentación. Que es solo un vestigio de posibilidades que la exceden.

El cine estaba a oscuras y yo no comía palomitas. De alguna manera estaba obnubilado por los diálogos enriquecedores que sostenían estos hombres.

La película terminó y me levanté con cierta calma. Hasta que fui bajando todas las escaleras y quedé sentado en el subte un par de estaciones.

Un hombre con rastas cantaba reggae con entusiasmo en el vagón. Tocaba otra vez su hit, que disfruté varias veces.

Caminé tres o cuatro cuadras.

Pensé en la improcedencia de los libros. En los intentos válidos y fallidos para comprender en última instancia al ser humano. En la grandeza de los hombres que anhelan entendimiento para hacerlo efectivo, para ayudar a otros a sobrellevar la vida, con la intención de facilitar bienestar.

Pensé cuánta vulnerabilidad existe detrás de la aparente solvencia. Y cómo la vida se escapa siempre de las manos de quienes quieren explicarla.




Leer Más...

miércoles, 4 de abril de 2012

Ser

A veces me pregunto cuánto tiempo tiene que pasar para que uno deje de ser el mismo y se convierta en otro.

Renazca en esa reinvención que sugiere la naturaleza.

Porque cada tanto es preciso detenerse y de alguna manera resurgir. Caso contrario uno queda de nuevo ensimismado en sí mismo, como dando vueltas en la misma calesita. Paseos lindos y recurrentes, pero a veces agobiantes y eternos.

La palabra quizás es ímpetu o determinación. Sólo así uno salta o se evade del juego.

Debe ser ahí, en ese momento, cundo alguien respira hondo. Mide las fuerzas y avanza. Decide liberarse de lo que es. Mientras otros ni siquiera lo registran.

De repente no entiendo por qué, algo ocurre que tergiversa las cosas.

El mundo cambia quizás por propia resolución.

Y uno nace de nuevo.




Leer Más...

jueves, 29 de marzo de 2012

Comparación

Hace poco que observo la comparación. Nunca fue para mí un tema relevante.

Hasta que un día abrí los ojos. Miré a un lado, miré al otro.

Lo vi todo.

La gente se medía con su semejante. Observaba lo que hacía, lo que dejaba de hacer.

Se inmiscuía como podía en las decisiones del otro, para entenderlas primero. Considerarlas después. Ejecutarlas según las posibilidades.

Cómo podía ser que este juego extraño y perverso adquiera tal relevancia. Tenía la jerarquía de incidir en el accionar individual, definiendo decisiones y construyendo realidades.

Dejando así a merced del otro la propia vida, que se invalida por el capricho ajeno. Porque no son unos los que deciden, son los otros los que resuelven. Los que de alguna manera diseñan el camino y lo recorren primero. Para que luego el otro caiga en las huellas de sus pasos, por perturbaciones que movilizó la comparación.

Viajan todos. Se compran los mismos trajes o pulseras. Sonríen en las mismas fotos. Muestran similares medallas.

Hoy sospecho que la comparación atrapa a muchos. Los convierte primero en rehenes del otro. Luego en esclavos.

Quizás por inseguridad, desidia en la capacidad de discernimiento para la acción o falencias en las intenciones creativas.

Pero la medición primero considera y luego determina.

Devela quizás la vulnerabilidad de seres asustados e incompetentes para guiar sus vidas.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Es también autor del libro de superación personal El Campeón.

http://www.cuspide.com/9789871301652/El+Campeon/




Leer Más...

lunes, 5 de marzo de 2012

Escritos Espontáneos


Podría escribir un escrito espontáneo, lleno de frescura y notificaciones.

Porque el escrito revela lo imprevisible, lo que no sabía que iba a aparecer y sin embargo emerge.

Sube hasta el papel y se muestra ante la vista.

Algo así son los escritos espontáneos, tal vez en esencia presurosos. Porque avanzan sin pedir permisos innecesarios y se establecen casi de prepo.

Uno lee más que escribe.

Aunque tipea para participar del juego. Oficia entonces como un buscador que va desplegando pasos. Avanza hacia algún lugar impensado y luego observa.

Observa si hay algo, si alguna cosa se insinuó o se visualiza a partir de lo dicho.

Y es en este juego donde uno tal vez se libera, se desata de algún modo.

Queda purificado de palabras.

Para poder luego irse a caminar.




Leer Más...

jueves, 16 de febrero de 2012

El Animo


Hace tiempo estoy con atención observando el ánimo.

El ánimo es de alguna manera un señor que convive con nosotros.

Señor, porque es evidentemente masculino.

Convive, porque nos asiste. Nos apresa.

Estamos nosotros, y está nuestro ánimo.

Muy bien. Así empezamos a percibirlo, a indagarlo.

Es posible que el ánimo actúe como una escalera. Es decir, se va constituyendo de a peldaños. Paso a paso.

Con las circunstancias que la persona vivencia. Y con las síntesis que luego genera de ellas.

Así, circunstancias de alegría, disfrute y placer, llevarían a la conformación de un estado anímico de bienestar.

Mientras que situaciones de dolor, frustraciones y amarguras, impulsarían a ánimos de tristeza.

Luego, unos y otros resultados se materializan en las caras. Que la gente lleva con sus cuerpos de lugar en lugar.

Constituyéndolas así en una imposición a los más disímiles contextos. Que deben aceptarlas sin mayores miramientos.

Habría entonces dos grandes polaridades. Y el ser humano conviviría entre los polos.

Balanceándose desde el bienestar hacia la tristeza. De un lado hacia el otro,  y viceversa.

En el medio, como siempre los matices. Que actúan como un espacio de intersección entre las polaridades.

Nadie está cien por ciento en el bienestar, ni cien por ciento en la tristeza. La naturaleza del ser humano indica que es imposible sostenerse en esas posiciones.

Hasta el masoquismo extremo debe desistir de su propósito.

De modo que es reconocible que el ser transite por las polaridades, con cierta preponderancia anímica. Resultado quizás de sus vivencias primero, y de sus interpretaciones después.

Puede advertirse también una dosis genética incidente en la conformación del ánimo, que sería la situación del ser inicial. Habría entonces una explicación biológica y fisiológica que la fundamente. Pero apenas podemos intuirla dado que aquí nos excede.

Y es bueno que nos exceda.

Porque no hay nada más tedioso que la explicación con todas las letras. Porque además de aburrir, vulnera la capacidad de completud del espíritu inquieto, que pone en marcha sus neuronas para honrar su inteligencia.

Advertir sobre lo no dicho o resignificar los atisbos conceptuales, que no son más que sanas sugerencias para una comprensión más sublime.

Y aunque recorramos algunas calles tangenciales del tema que nos convoca, podemos aspirar a ciertas distinciones. Que nos echan luz entre las tinieblas, o nos iluminan en la oscuridad.

Hay factores externos que influyen en el ánimo. También factores internos que lo determinan.

Un domingo anocheciendo o una lluvia pueden hacer de las suyas.

Si al ser lo atrapan desprevenido.

Si está atento, zafa. Reduce la ponderación del mundo externo y construye su mundo a voluntad. Asentándose sobre su interior y orquestando sus pensamientos.

Otros trucos son la música, el baile, las caminatas o las carreras.

Visualizar el mundo en el que uno quiere vivir.

Así se modela el ánimo.

De modo que se advierte en él, que no es para nada caprichoso. Ni definitivo.

Es un señor flexible y maleable.

Mejor así.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



Leer Más...

viernes, 10 de febrero de 2012

El Saludo


El saludo es una práctica sencilla de reconocimiento.

Uno levanta la mano o inclina la cabeza, en señal de reverencia.

Afirma que ha visto al otro, lo percibe y reconoce.

Moviliza entonces su mano en alto, a media asta o con escueta timidez.

O bien inclina la cabeza como un gesto sublime hacia el otro. Que observa y devuelve.

Con mano o cabeza a voluntad.

De modo que opta casi por instinto la devolución del comportamiento.

Levanta la mano efusivo, la sube con menor decisión. O inclina la cabeza para expresar sus respetos.

Todo depende de la vista inicial, que es el prerrequisito para incentivar el saludo y provocar el gesto consecuente.

Sin avistaje, no hay saludo.

No me vió, se escucha en ese caso si alguien es víctima del injustificado desprecio.

Si en cambio la persona va sola en el auto. Es la mente la que queda rumeando en la explicación.

No me vio.

En los pueblos hay una intersección que se marca con claridad entre unos y otros. El saludo es el espacio que aparece como medio para el encuentro. Así que todo el mundo tiene que establecer una relación con él y darle la importancia que en el pueblo merece.

Si uno es político, por ejemplo, puede que sea un tema relevante. No sólo considerará levantar la mano con énfasis, o inclinar la cabeza con determinación.

Por ejemplo, si maneja.

También acompañará con gesticulación elocuente y palmadas bien propinadas sobre espaldas. Que en conjunto son una conjunción de técnicas gesticulares y sonoras que elocuencian la destreza en el propósito.

Los tímidos son otro segmento interesante a considerar. Se trata de quienes están más complicados. Porque tienen una restricción en sus gestos y en sus palabras.

De modo que se arreglan como pueden, para participar del saludo y salir airosos.

Así como el momento más glorioso del saludo se encuentra en las palmadas y abrazos con palabras oportunas. La decadencia aparece en su carencia. En quien decidió por motu propio desistir del juego.

Es quien resuelve quitar el saludo.

Es una acción que suele provocar desconcierto e incomprensión.

La víctima se pregunta por qué lo ha hecho, si nunca hizo nada.

Pero el otro ha resuelto de algún modo alzarse en armas. Negarse a cualquier opción sonora o de gesticulación que constituya cierta reverencia.

Y quitarle al otro su atención y reconocimiento.

Como una suerte de desahogo sobre un enojo íntimo y molesto.

De singular explicación.

Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



Leer Más...

Lector


Me resulta más fácil escribir, que leer lo que escribo.

Cuesta volver la vista atrás y ver lo que dicen los párrafos.

Quizás evito encontrarme con la inquietud o la incomodidad de conceptos o pasajes que puedan resultarme desajustados. Desalineados de expectativas que suponía cumplidas al despedirme con el punto final.

En los últimos textos me ha pasado lo mismo. Tipeo. Tipeo.

Dejo el punto final y me marcho.

Entrego al otro una suerte de problema con la esperanza de que encuentre la solución.

Siempre es un buen negocio la escritura si provoca y alienta la reflexión. Está después en cada uno encontrar los niveles de abstracción adecuados a los que puede aspirar.

Es ahí, en esa instancia, donde emerge cierta sensación reconfortante. O la incomprensión de quien se queda con las manos vacías y se pregunta.

Y?

Entonces vuelve para atrás a ver si algo pesca. Con renovado empeño y determinación.

Suele existir ese tipo de lector que pone ímpetu y esmero. Que se hace cargo de la experiencia de lectura y arremete a fondo. Se abalanza sobre el significado para procurar entendimiento.

Entonces encuentra lo que quizás otro no ve. Se queda pensando en esa lógica de relación entre la escritura y la lectura.

Y vuelve cada tanto al encuentro de un nuevo texto.



Leer Más...

lunes, 30 de enero de 2012

Repito


Es cierto, repito.

Doy vueltas sobre lo mismo una y otra vez.

Caigo en la recurrencia para decir lo mismo, de modo diferente.

Porque exactamente lo mismo no digo. Sería injusto si entregara una afirmación de este tipo.

Contorneo, doy vueltas. Es como que merodeo por los mismos lugares.

Los mismos conceptos.

Con palabras, párrafos y metáforas diferentes. Que buscan siempre en el mismo lugar.

Eso sí puedo afirmarlo. Decirlo sin mayores titubeos. Porque el convencimiento no es reticente en este aspecto. Es claro, visible, oportuno.

Así que eso sí que puedo escribirlo. Apuntarlo tranquilo, aunque sepa que no le tengo miedo al error.

Ningún miedo, porque el error es constituyente de la naturaleza humana. Así que no vamos a engañarnos en este punto. Uno se equivoca y vivencia el error como un atisbo del ser.

No puede hacer otra cosa. Salvo mentirse, engañarse y mostrarse impoluto.

Linda palabra.

Pero escribía que doy vueltas sobre lo mismo y ahí es ahí donde caigo en la recurrencia.

Recurrencia.

Decir lo mismo una y otra vez.

Eso a mí no me preocupa demasiado, no me inquieta en lo más mínimo.

Los escritores dicen que escriben siempre lo mismo. Parecen que dicen algo distinto, pero no. Si uno mira con atención, descubre el juego. El sentido de la obra que emerge después de desglosar cientos de páginas de numerosos libros.

Y el caballo??

Que tiene que ver ahora el caballo, dirán. Es muy oportuno. Porque el caballo vuelve siempre al mismo lugar. Sáquelo usted del establo, creo que es establo. Sáquelo de ahí, llévelo a pasear por el campo y espere. Espere ver qué pasa cuando pega la vuelta.

El caballo no  necesita ser guiado a ningún lugar. Vuelve sin titubeos al establo apenas lo ve. O al casco, creo que es casco.

Pero el caballo vuelve, vuelve sin importarle lo que usted haga con las riendas.

De modo que aquí también, tiene usted un aval de la naturaleza. Una síntesis perfecta de que uno vuelve a su núcleo. A su lugar, exactamente al sitio donde nunca debió de haberse ido.

Buena conjunción verbal. Creo.

Así que el caballo puede andar por otros vericuetos, dar numerosas vueltas. Pero sabe dónde tiene que estar. De dónde no se tiene que ir.

Lo mismo con quienes escriben, se van para otros pagos. Y vuelven al mismo lugar.

Eso es lo natural, lo esencial y esperable. El resto son pantomimas o piruetas siempre infortunadas.

Además alguna vez escuché que el público se renueva. Uno mismo renace cada día y es otro.

Por eso es bueno decirse lo mismo una y otra vez. Machacarse con timidez primero y luego con énfasis.

Una y otra vez.

Y así, y así, y así. De escuchar y escuchar la viabilidad de ciertas verdades, o de leer y leer, uno debe tomar el mensaje. Ese núcleo que a mí me entusiasma y me parece efectivo.

Para alcanzar bienestar y ascender a la instancia de la alegría.

Cima interesante que merece la recurrencia de los conceptos, los justifica y los alienta.

Porque una cosa es leer una idea una vez, y otra es hacerlo sistemáticamente. De manera que uno se taladra a sí mismo con un mensaje. Para que penetre de algún modo en su cabecita, ingrese a su cuerpo y compenetre su ser.

Pasa así de la instancia de la escucha a la asimilación.

Lindo momento de reinvención.

Cierra luego los ojos, se detiene ante sus circunstancias. Y agradece…

Aleluya.




Leer Más...