¿Qué deberíamos hacer antes de que termine la vida?
Preguntas personales, si las hay.
Uno puede proponer, sugerir.
Decir...
Fijate acá o allá. Pensá en esto o lo otro.
Pero cualquier intención si bien puede inspirar no debiera delimitar la potencia de la pregunta, que instiga de manera sana y seguramente positiva, a pensar por uno mismo y procurarse las respuestas que cada uno considere más apropiadas.
La pregunta ayuda a priorizar, a orientarnos. A jerarquizar el valor del tiempo, como variable crucial para definir nuestra existencia y nuestras posibilidades.
¿Qué deberíamos hacer antes de que termine la vida?
Lo primero que se me ocurre balbucear es sobre la decisión de llegar a ser quienes somos y mantenernos fieles a nosotros mismos.
Pagando los precios que haya que pagar.
Es decir, ser Juancito, Pedrito o quien carajo seamos. Y ser de manera elocuente, determinada.
No de modo dubitativo, con reticencia, como pidiendo permiso.
Si no ser con todas las letras.
Le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.
Sospecho que honrar la propia existencia tiene que ver con asumir la valentía de ser quienes en verdad somos y hacernos cargo de nuestras potencialidades para desplegar nuestro ser hasta sus máximas posibilidades, llevándolo hasta la zona de su mejor versión.
Porque somos de manera dinámica obviamente, no estática.
Aun quien se empaca en la supuesta alternativa de la fijadez, está inmerso en la transformación que se le impone y no puede rehusarse al cambio que inexorablemente se le presenta.
Le guste o no.
Porque aún en la voluntad de la quietud en apariencias inmodificabie, el tiempo actúa produciendo el cambio.
Si no preguntémosle a la vejez.
Uno puede demorarla, pero tarde o temprano se impone. Y actúa desde el silencio sin dejarnos tranquilos, porque somos sujetos de esa fuerza arrolladora e imparable que se encarga de cada uno de nosotros.
De modo que para terminar con estos pasajes parlanchinezcos, diría que hagámonos la pregunta y construyamos las mejores respuestas.
Luego honremos la elucidación alcanzada, con las decisiones acertadas y el accionar correcto.
Empecemos ayer.
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