martes, 9 de septiembre de 2025

¿Qué decir?


Es un desafío, porque uno quiere decir algo que resuene, que inspire, que de alguna manera impulse el pensamiento ajeno para producir una elucidación conveniente.


Histórica, en lo posible.


Uno habla o escribe con ese anhelo, sintiendo que de alguna manera se lanza a las piruetas del simbolismo para lograr por fin una buena mortal.


Y caer parado.


Todo un desafío que surge de las entrañas, vaya a saber por qué.


¿Será que uno tiene una verdad esencial que debe lograr extirpar para sacar a la luz?


¿Habrá algo de eso en cada uno de nosotros?


¿O será simplemente una intención tan parlanchinezca como instintiva?


En cualquier caso, creo en las palabras que emergen por la convicción de que siempre por algo emergen y tienen algo que decir.


Así que uno escribe no tanto para decir cómo son las cosas, sino para escuchar.


Para leer luego y descubrir, con la esperanza de encontrarse por fin con cierto hallazgo.


Es humilde uno, entonces.


Mira vos.


Podría ser también engreído, un personaje que cree que se las sabe todas. Que tiene que escribir porque es su misión entregar la verdad al mundo.


Y por eso trae la luz, para iluminar la oscuridad.


Avivarnos.


Quién sabe en las profundidades qué tenemos que decir. 


Lo importante tal vez es hacernos cargo del auténtico pronunciamiento. Salir de la intrascendencia que supone el silencio para dejar el mundo como está. 


Y que cada uno diga lo suyo.



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domingo, 7 de septiembre de 2025

¿El pensamiento define la realidad?

En gran parte, sí.


Porque delimita y a la vez posibilita.


Es difícil que alguien llegue hasta una realidad que excede su pensamiento.


¿Puede suceder?


Sí, puede suceder.


Pero ahí entran cuestiones fortuitas, azarosas. Factores externos que actúan y pueden tocar a alguien como si fuera con una varita mágica, para que termine siendo esto o lo otro.


O termine viviendo esto o lo otro.


Eso existe también.


Lo fortuito, lo aszaroso, lo que en apariencias puede ser hasta milagroso. Pero no es lo habitual.


Lo habitual es que la persona se reduce o expande de acuerdo a su pensamiento, que la delimita indefectiblemente.


Es esa frase trillada. Si uno piensa que no puede, tiene razón. Y si piensa que puede, también tiene razón.


¿Por qué?


Porque la creencia impulsa a obrar en consecuencia y si el compromiso y la determinación es inquebrantable la realidad consecuente tarde o temprano aparece.


No es magia.


Es creencia, convicción, trabajo, esfuerzo.


Determinación.


Certeza de que los obstáculos y dificultades son tan circunstanciales como superables.


Es también por otro lado la alternativa de la excusitis, los brazos cruzados y la comodidad de la queja.


Que explica la imposibilidad.


Que no es ni más ni menos que el precio de la comodidad. 


En definitiva el pensamiento es crucial. Porque el cuento que nos contamos tiene una incidencia notable en la realidad que vivimos.


De ahí que si uno quiere tomar el toro por las astas lo primero que tiene que preguntarse es…


¿Qué cuentos me estoy contando?


Y ahí tiene para entretenerse un buen rato. Porque puede ver hacia qué finales lo llevan esos cuentos. Y si no es testarudo, caprichoso, necio y de mentalidad rígida e indomable, puede darse la posibilidad de reescribir esos cuentos para construir otros finales.


Y encontrarse tarde o temprano con las realidades que le plazcan.


Si prefiere maldecir a los factores externos, al país, los seres cercanos, la economía, o lo que fuera, puede validar los perores cuentos y quejarse a gusto en la realidad que le acontece.


Puede perfeccionarse en el arte de la queja, el auto engaño y honrar la debilidad que exhibe la supuesta imposibilidad.


En esos casos es preferible evitar que ese tipo de personas nos invite a tomar unos mates.


Porque corremos riesgo de que nos tire la basura encima. O de alguna manera nos exija ser cómplices de la farsa.


Y escuchar cuentos improductivos elucubrados por cómodos quejosos, que en vez de hacerse cargo y asumir su responsabilidad para tomar acciones, pretenden que el mundo les arregle la vida, es una verdadera pérdida da de tiempo.


Es preferible salir a caminar, tomar aire puro y disfrutar del sol.


En ciertos momentos elegir la soledad que nos aleja de toxicidad y nos invita a contarnos los mejores cuentos, es una excelente compañía. 


Porque, en definitiva, nuestra vida es esencialmente el cuento que nos contamos.



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miércoles, 3 de septiembre de 2025

La palabra santa


Nada me genera más atención que advertir la posibilidad de pronunciar con excesiva convicción lo que fuera en relación a lo humano y caer en ese acto tan sutil como determinado en pontificar.


Y ejercer la palabra santa.


Es cierto que son muchísimos los fieles deseosos por escuchar las síntesis definitivas. Pero no se puede participar de ese juego sin el riesgo de transformarse en pastor.


O embaucarse a uno mismo.


Creyendo que tiene las respuestas infalibles y únicas de la condición humana, de sus vericuetos, de sus pretensiones.


De ahí que creo en el culto de la duda como virtud para la elucidación.


Como tierra fértil, honesta y sincera, que constituye la plataforma adecuada para el verdadero progreso de elucidación en el entendimiento humano.


No se trata de indecisión o reticencia para definir la verdad y para hacerse cargo de ella. Se trata de no clausurar el pensamiento, sino de ponerlo en suspenso, para que el entendimiento efectivo siempre esté un paso más cerca de las certezas. 


Y para que el lector tenga en verdad el lugar que le corresponde. La indelegable responsabilidad de definir las síntesis que considere.


Es en realidad una posición filosófica caracterizada por la humildad y la convicción de que la síntesis que fuera no es dada por un susodicho parlanchín por más bien intencionado que fuera, sino producida por cualquier lector que, lejos de delegar la respuesta definitiva en el otro, se hace cargo de construirla por sí mismo.


Por eso, en ese sentido, escribo siempre con cautela, con el espacio propicio para procurar incitar al otro a que te construya sus propias verdades.


De lo contrario sería como dar papilla.


Y creer que es de la buena.


Que no hay otra igual.



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domingo, 31 de agosto de 2025

El blog superó los 260 mil lectores

Espero que sus más de 800 escritos sean siempre una sana y positiva influencia.









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sábado, 30 de agosto de 2025

¿Qué aprendimos?


Buena pregunta.


Habría que indagar un poco…


Recuerdo en el colegio que con cierta frecuencia algún compañero de esos que creen más en la valentía que en la cobardía, preguntaba…


¿Y esto para qué nos sirve?


El profesor o la profesora solía contestar, algún día van a saber para qué les sirve.


Mí compañero y quienes atestiguábamos la situación teníamos una clara certeza de la circunstancia.


Nos quedábamos con las manos vacías.


Si nuestro Quijote no se doblegaba fácilmente e insistía, la respuesta era esencialmente la misma.


Ya van a saber cuando sean grandes para qué les va a servir esto.


La circunstancia favorecía que se fomente la silenciosa síntesis que surgía con convicción y que tragábamos en silencio…


Esto en verdad no sirve para nada.


El profesor o la profesora quizás bien intencionados y presos tal vez del sistema que les indicaba dar cierto contenido, hacía lo que podía para preservar el interés y la atención, pero esencialmente no lograba persuadir a la inteligencia que demandaba una racionalidad para el buen uso del tiempo.


Aquellas circunstancias es muy posible que suelan replicarse en ámbitos formales educativos y exigen revisarse para determinar el verdadero valor de lo que se procura enseñar y no dilapidar el valioso tiempo del profesor y los alumnos.


Si la sana pregunta requisitoria para qué sirve lo que se está dando, tiene una respuesta con argumentación razonable, debe darse. Si no la tiene y se cae en la evasiva, es porque la sospecha de la inutilidad encuentra su elocuencia.


Pero la vida no está como para andar malgastando tiempos ni hacer inefectivos los contenidos que se procuran enseñar. 


La vida es exigente, y cada minuto que la gente puede destinarle a su educación es muy valioso y debe ser bien utilizado.


La verdad que iba a preguntarme qué aprendimos e iba a desplegar mis aprendizajes más elocuentes.


Que suponía aparecerían como un conejo al teclear párrafo a párrafo.


Pero quedé atrapado en aquellas vivencias que evidentemente debían abordarse en la escritura para su elaboración.


La palabra en verdad incide, construye y transforma la realidad.


Valga entonces no haber puntualizado los aprendizajes para darle lugar a este escrito que quede a la vista de todos con la sana expectativa de que haga su trabajo.


Y que la pregunta, para qué nos sirve lo que nos están enseñando, quede replegada para siempre porque generó las transformaciones necesarias y no tiene más lugar en los ámbitos educativos.


Todo gracias a esos niños Quijotescos que en vez de aceptar dócilmente el mundo desbarajustado, se hicieron cargo de la sana rebeldía para construirlo.


Así se hace.



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