martes, 7 de septiembre de 2021

La mentira

Eso de que la mentira tiene patas cortas es dudoso la verdad.

Parece más bien un premio consuelo para creer en la verdad. Pero asegurar que la mentira se descubrirá en breve es demasiado optimista. A esta altura todos sabemos que las mentiras pueden durar días, meses, años.

Y hasta vidas.

Así que no podríamos asegurar que la mentira tiene patas cortas. Por el contrario, puede tener patas largas y permanecer eterna.

De hecho convivimos con mentiras eternas que permanecen inalterables. Y no son pocos quienes quieren mentirse de inicio a fin. Y eligen eso. 

No voy a dar ejemplos.

Para eso está el lector que completa el texto, lo extiende muchas veces hasta donde el texto no llega y le hace decir lo que se le antoja.

Cosa que pasa habitualmente.

Está bien que eso sea así, porque es parte del juego. Uno escribe, el otro lee. 

Y aunque parece que está inmerso en una actitud contemplativa y pasiva, no nos engañemos.

El otro escribe también en el teatro de su mente. Y cuanto más inteligente es, más usa cualquier texto como trampolín para desplegar su intelecto. Llegando, no pocas veces, a elucidaciones muy virtuosas que exceden por mucho cualquier incitación escrita que parece decirlo todo.

Y este puede ser el caso.

Por eso la escritura es una bendición. Y la lectura es una bendición equivalente.

Un mundo extraordinario del que participamos todos. O por lo menos participamos quienes concebimos a este mundo como un milagro de Dios.

O algo así.

Claro que no todos vivimos los distintos mundos posibles como milagros de Dios. Nos perdemos mucho. Cuando somos menos curiosos, nos perdemos más.

Quizás nos vamos de la vida sin tocar el piano, un teclado, la batería o la guitarra.

Una locura a la vista de cualquier persona que tiene la bendición de participar de esos mundos.

O perdemos la posibilidad de jugar a la play. Por no tener la mínima disposición de destinar unos breves minutos de nuestro tiempo, al percibir quizás que cualquier intento inicial de descubrimiento, por las dificultades que implica acceder al mundo y dilucidar de qué carajo se trata el juego y qué controles hay que tocar, para hacer vaya a saber qué cosa, es una verdadera pérdida de tiempo.

¿En qué estábamos?

En la mentira.

No, después.

En que el lector hace hablar al texto. Que es en verdad un escritor. 

Ah sí, está bien eso.


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