sábado, 1 de junio de 2019

Los chantas


Creo que ya escribí de los chantas pero como están siendo tan protagónicos en nuestro país volveré a hacerlo. Quizás con mayor o menor suerte podré dilucidarlos, comprenderlos y vislumbrar sus lógicas, quizás con el propósito de saber desenvolvernos con mayor precisión ante las circunstancias que el proceder de quienes honran esa filosofía genera.

Creo que los chantas proliferan en nuestro país porque evidentemente el contexto permite su aparición, permanencia y despliegue. 

De lo contrario no habría mayor lugar para un par de tretas y el chanta quedaría preso de su despropósito pagando el precio esperable, que cobra el ejercicio de la trampa, la insana picardía y la malicia.

Pero cuando el contexto está extraviado o confundido, como ocurre a mi modesto entender en nuestro país, es más fácil que cada día la filosofía del chanta vaya persuadiendo nuevos adeptos que se encausen en esos comportamientos tan precarios y denigrantes para cualquier persona que aspire a la virtud.

Los chantas existen porque las condiciones de su existencia así lo permiten. En un país serio no alcanzan a levantar la cabeza que son rápidamente encauzados por las leyes, las instituciones o la misma sociedad que acota siempre sus márgenes de maniobra.

Pero acá los chantas se mueven como pez en el agua y hasta ostentan sus logros sin el pudor que podría tener cualquier persona que sabe que obrar como chanta no está bien.

Porque hay que empezar por el principio.

No está bien ser un chanta, aunque algunos piensen que está buenísimo y que los logros cotidianos sustentan esa convicción.

Mirá a fulanito, me dijo alguien hace un tiempo, tratándome de convencer que a los chantas les iba mejor que cualquiera. 

Estaba almorzando cuando lo escuché con atención mientras lo veía compenetrado en su aseveración. 

Le dije que a la corta o a la larga al chanta le va siempre mal, que no hay otra que hacer las cosas bien en la vida para que uno genere las condiciones para que le vaya bien. Y para que uno pueda siempre dormir tranquilo.

Pero mi nuevo eventual amigo me miró con desconfianza e incredubilidad. Me insistió con tal persona que al parecer estaba cosechando sus logros mientras obraba como un chantún.

Parece que ese tal fulanito empaquetaba a uno y a otro, y no hacía otra cosa que salirse con la suya, enmascarando con un aire de seriedad su esencia de farsante.

Pero sin dudas por lo que decía este muchacho a fulanito le iba bien. Más que bien.

Me fui del restorán pensando que ese hombre ya había elegido su destino y que se sumaría a la filosofía que al parecer logra rápidos y endebles resultados.

Sería sin dudas un chanta más.

Tiempo después supe que inició su camino.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.