El gran Partido
Si no fuera por la cena de papis del colegio probablemente no me habría enterado de la contienda.
No era una disputa menor, era el enfrentamiento futbolístico entre Argentina y Brasil. Y esa disputa es clave, es crucial.
Para ver quién la tiene más grande, Hablando en términos futboleros.
Por eso sucita tanto interés, además del detalle que sugiere que si no se clasifica no se va al mundial.
Pero a nadie se le ocurre esa tragedia, porque el espíritu triunfalista argentino no le deja el menor recoveco a semejante imaginación derrotista.
Todos sabemos que somos siempre los mejores.
Ganemos o perdamos, cualquier argentino sabe en sus entrañas que somos los mejores. Y a lo sumo cualquier derrota es un traspié indebido, una burda patraña del árbitro que fue injusto, el producto de ciertos infortunios, o un desatino incomprensible de la naturaleza.
Pero si jugábamos de vuelta ganábamos seguro, según pensamos ante cualquier partido perdido.
El parido con Brasil fue memorable y los jugadores demostraron por qué salieron campeones del mundo.
De reojo veía cada tanto algo en el TV del restorán, porque la conversación que implica el protagonismo de los comensales siempre me resulta más entretenida que la vivencia del espectador.
De hecho creo que todos los comensales de la velada de alguna manera teníamos una inclinación a la conversación desatendiendo en gran parte el partido.
Solo concitaba nuestra total atención cuando se hacían los goles.
En esas circunstancias dos comensales festejaban con cierto ímpetu auténtico y creo que los otros apenas atinábamos a celebrar tímidamente de algún modo.
En mi caso como creo en la autenticidad más que en la simulación apenas atinaba a hacer un breve gesto festivo, decoroso, tan tenue como intrascendente, como para acompañar el entusiasmo festivo del restorán y no confesarme tan amargo en la materia.
Otros comensales de otras mesas festejaban como Dios manda, celebrando la alegría que ofrecen estas circunstancias que para algunos son cruciales de la vida.
La cosa para sintetizar es que le ganamos 4 a 1 a los brasileros. Y debe ser por eso que el espíritu triunfalista y la convicción de que somos los mejores no se va a terminar nunca.
Porque el hecho fue elocuente y además jugamos sin Messi.
¿Quién puede dudar por muchos años más que fuimos, somos y seremos siempre los mejores?
El fútbol por momentos es una buena excusa para encontrar la felicidad. Y está bueno que así sea.
La alegría fue toda Argentinia.
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