¿Nos morimos y qué pasa?
En Argentina un periodista reconocido termina su interesante programa de entrevistas con la pregunta.
Las respuestas son diversas pero la precisión final siempre es escurridiza.
Nadie puede responder con contundencia a la pregunta que se escabulle de las posibilidades de la razón.
Hay que aceptar que con la cabeza no vamos a atrapar a esa verdad, porque la razón llega justo antes de la posibilidad de cazar ese tipo de certezas.
¿Está bien así?
Quién sabe.
Es así, te guste o no.
¿Qué hacer entonces?
Siempre ante la posibilidad del no logro por la contundencia de la realidad hay distintas posibilidades.
Primero, no rendirse y seguir insistiendo, camino que deja abierta la ilusión del logro pero tropieza con la terquedad del capricho primero y la necedad después.
La otra es aceptar, como acto de madurez.
Decir, bueno le busqué la vuelta con todo el ímpetu del mundo. Le pregunté a todos, algo inspiracional siempre dijeron, pero de esa respuesta unívoca no pueden determinar nada.
Así que mejor me procuro una respuesta que me calme y agregue valor para aprovechar mejor la vida.
¿Qué respuesta?
No sé, cada uno sabrá. Nadie mejor para descubrir la respuesta que le resulte más.apropiada.
¿Por ejemplo?
Yo diría que es saludable ser quien uno es, hacerse cargo de sus potencialidades y contribuir desde las más disímiles circunstancias con genuina autenticidad.
Ser con todas las letras con las mejores intenciones del mundo, hacer nuestro aporte. Y mandarnos a mudar.
Como diría mi querida abuela.
Si viene algo después, buenísimo.
Si todo terminó acá, por lo menos aprovechamos el tiempo.
Hicimos nuestra parte.
Y nos morimos tranquilos.
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