sábado, 27 de septiembre de 2025

¿Nos morimos y qué pasa?


En Argentina un periodista reconocido termina su interesante programa de entrevistas con la pregunta.

Las respuestas son diversas pero la precisión final siempre es escurridiza.

Nadie puede responder con contundencia a la pregunta que se escabulle de las posibilidades de la razón.

Hay que aceptar que con la cabeza no vamos a atrapar a esa verdad, porque la razón llega justo antes de la posibilidad de cazar ese tipo de certezas.

¿Está bien así?

Quién sabe.

Es así, te guste o no.

¿Qué hacer entonces?

Siempre ante la posibilidad del no logro por la contundencia de la realidad hay distintas posibilidades.

Primero, no rendirse y seguir insistiendo, camino que deja abierta la ilusión del logro pero tropieza con la terquedad del capricho primero y la necedad después. 

La otra es aceptar, como acto de madurez.

Decir, bueno le busqué la vuelta con todo el ímpetu del mundo. Le pregunté a todos, algo inspiracional siempre dijeron, pero de esa respuesta unívoca no pueden determinar nada.

Así que mejor me procuro una respuesta que me calme y agregue valor para aprovechar mejor la vida.

¿Qué respuesta?

No sé, cada uno sabrá. Nadie mejor para descubrir la respuesta que le resulte más.apropiada.

¿Por ejemplo?

Yo diría que es saludable ser quien uno es, hacerse cargo de sus potencialidades y contribuir desde las más disímiles circunstancias con genuina autenticidad.

Ser con todas las letras con las mejores intenciones del mundo, hacer nuestro aporte. Y mandarnos a mudar.

Como diría mi querida abuela.

Si viene algo después, buenísimo.

Si todo terminó acá, por lo menos aprovechamos el tiempo.

Hicimos nuestra parte.

Y nos morimos tranquilos.
 

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domingo, 21 de septiembre de 2025

Ser


Uno es quien es y también quien puede llegar a ser.


Esa es la cuestión.


Hay quienes se recluyen en sí mismos y dejan reposarse en el extremo de la fijadez, sosteniéndola como pueden.


Y hay también quienes se aventuran a una suerte de re invención que los despliegan desde quienes son hacia quienes pueden llegar a ser.


La decisión estratégica es tan personal como significativa.


Y también respetable, porque cada uno tiene la responsabilidad indelegable de decidir lo que quiere hacer con su persona.


Se puede elegir vivir más o vivir menos.


Por ejemplo.


De la casa al trabajo. Del trabajo a la casa. 


Y a la noche ver el partidito.


Es una elección. Que a veces inquieta porque no son pocos los que desde la simpleza o la vocación por aferrarse a la rutina deciden gastarse la vida.


A veces con felicidad estridente.


Lo cual repliega cualquier decir que pueda sentirse inclinado a cuestionar ese tipo de vidas.


Si el objetivo quizás emblemático es la felicidad, y está repleto de susodichos que la encuentran por ahí, qué se puede agregar.


Nada por decir.


Algo parecido ocurre con la fijadez. Todavía recuerdo una charla que di hace ya demasiados años sobre desarrrrollo personal, en un salón donde estábamos alrededor de 20 personas.


Estaba imbuido en un entusiasmo que me llevaba a invitarlos a explorar la fascinante posibilidad de construirse como personas.


Fue ahí cuando José levantó la mano y dijo que estaba bien así. Que no quería cambiar absolutamente nada.


Estaba tan convencido y comprometido en su posición que no gasté ni medio minuto en persuadirlo del beneficio que pudiera generarse si asumiera la intención de mejorar algún aspecto de su persona.


Está bien así, dijo. Y decidió su elección y su destino.


Otros en cambio nos entusiasmamos con asumir la potencialidad en vez de recluirnos en la rigidez, no porque seamos unos eternos inconformistas, sino porque creemos en los inestimables beneficios de la superación personal.


Cuando la persona progresa, no solo enriquece su experiencia vital y posibilidades, sino que impacta positivamente y ensancha su mundo.


Más recursos personales son más posibilidades y la oportunidad de participar de una vida más enriquecida.


Por eso cada uno sabrá qué es lo que quiere hacer con su propio ser.


Resignarse quizás con gusto a la quietud o hacerse cargo de la aventura de construirse a sí mismo.


Con la expectativa de encontrar a la mejor persona que pueda descubrir.



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viernes, 19 de septiembre de 2025

¿Quién sabe?


El mayor problema no es saber, sino creer que se sabe.


Es un verdadero peligro.


La propia certeza inquebrantable cuando se sostiene hasta el extremo sufre las consecuencias.


Y no suelen ser leves. Más bien son muy costosas.


Aun así, hay gente que prefiere aferrarse a sus verdades por más equivocadas que fueran, y eligen persistir y honrarlas ante cualquier evidencia que le muestre la realidad.


¿Por qué lo hacen?


Buena pregunta…


Por un lado, podría decirse que hay algo de identidad y preservación de un supuesto poder.


Es para allá, dije.


Sanseacabó.


Por otro lado, quizás lo más importante, es por falta de humildad e inteligencia.


Erróneamente creen que son los más vivos, eligen un rumbo y persisten aun cuando la realidad le muestra la inconveniencia, hasta honrar finalmente el capricho.


No importa que la realidad, luego de balbucear innumerables veces, les hable con elocuencia y les diga, por acá no era. Por acá no es.


Por acá no será.


¿Y por qué decís que se creen los más vivos?


Porque no creen en la experiencia ajena para tomar como referencia y elucidar las decisiones convenientes para construir la experiencia propia.


Si ese susodicho no sabe, ¿quién sabe?


Creo que sabe quien cree que no sabe.


Sócrates.


Esa perspectiva de humildad es crucial para abrirse al verdadero saber y no quedar preso de terquedades y caprichos.


Obviamente, en algún punto de la existencia se vuelve necesario asumir la convicción del saber. Poner en suspenso la duda y arremeter con la convicción de la supuesta certeza.


Es para allá.


Y salir incluso alborotado para arremeter con todo en la dirección indicada.


Luego o mientras tanto, por supuesto, es tan necesario como conveniente leer la propia realidad que se manifiesta para reafirmar el rumbo o bien para que se ejerzan las maniobras necesarias que lo ajusten convenientemente.


¿Quién carajo sabe entonces?


Creo que sabe quien tiene la humildad de aprender de los otros primero, y luego de sí mismo.


Quien está abierto a leer las manifestaciones de la realidad y en vez de negarlas las incorpora con inteligencia para redefinir las decisiones que fueran más efectivas.


Y como bien instó el maestro, sabe quién sabe que no sabe.


Quien cree que sabe lo único que hace es embaucarse a sí mismo.


Se miente bien.



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lunes, 15 de septiembre de 2025

La precisión de la realidad


Siento que he evolucionado los últimos años porque dejé bastante atrás los programas políticos televisivos, las radios que se enredaban en esos menesteres y los diarios con las noticias y columnistas que tanto disfrutaba.


Lo hice sin saber y quizás como un acto inicial de autoconsciencia o tal vez madurez, bajo el propósito de aprovechar el tiempo, despedirme en silencio de la posibilidad de ejercer el periodismo, que me imponía la necesidad de mantenerme al tanto de todo lo acontecido, rememorar situaciones, ministros, vericuetos centrales de desenlaces informativos, que no hacían más que exigirme atención y abrumarme.


Era en parte un esclavo por voluntad propia.


Superada la tara, colgué los programas periodísticos, las radios y los diarios y sus columnistas.


Agarré esencialmente más libros y me centré de lleno en la realidad poniendo manos a la obra para construir la vida y asumir otros destinos.


No reniego de aquellos tiempos y creo que esencialmente fueron muy enriquecedores para aprender de liderazgo, construir mayor abstracción, desarrollar habilidades sociales y conversacionales y hasta producir vocabulario.


Aunque quizás, ahora pienso, mi alejamiento se fue acentuando con la caída en desgracia del oficio político que antes presentaba personajes formados de notable solvencia, y con el tiempo fue degradándose en gallos de riña que cacarean con la destreza de la bajeza y la maliciocidad que cree en vulnerar al otro al compás de los insultos.  


Quizás antes daban cátedra, y ahora dan vergüenza.


No todos, por supuesto. Pero esos personajes menores sin formación que irrumpieron y ni siquiera podría mencionar sus nombres, se hacen notar para exhibir con impudicia el nivel de degradación que alcanzó el oficio.


Pero estos días he vuelto al ruedo como vuelvo cada vez que algo verdaderamente noticioso irrumpe para cambiar las cosas.


Y he disfrutado el domingo de los columnistas que escriben bien y se encargan de señalar las cuestiones con el dedo como si supieran resolver los complejos vericuetos de la desafiante cotidianidad del país.


Siempre he pensado, obviamente sin decirlo, que los periodistas son en verdad alcahuetes de la realidad. Pero la metáfora que también me incumbía jamás la pronuncié por temor a menospreciar la digna profesión y ser injusto con el trabajo profesional.


Pero en verdad lo pienso.


Y me pregunto si todos estos columnistas notables que a veces disfruto sabrán que son esencialmente alcahuetes profesionales y que señalan con el dedo con el adicional riesgo de decir pavadas.


Siempre creyendo, por supuesto, que están dotados de una sapiencia que carece el resto de los morales, a quienes tienen el deber de iluminar.



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sábado, 13 de septiembre de 2025

¿Qué es ser inteligente?


Si uno supiera…


Me parece que la clave es la capacidad de lograr lo que fuera con la mayor eficiencia posible.


Podría decir al inicio como para aventurarme a una definición más o menos respetable.


Porque como uno puede decir cualquier cosa, nunca está libre de pronunciar desbarajustes que no concuerden con perspectivas acertadas.


Por más convencimiento que tenga.


Alguien inteligente es alguien feliz, que se convirtió por voluntad propia en quien es y que por voluntad propia se convertirá en quien podrá ser, asumiendo sus auténticas motivaciones, potencialidades, y resolviendo a voluntad a partir de sus propias decisiones.


Un protagonista de su propia vida.


Debe ser también por ahí.


Porque si alguien termina siendo lo que no es o decidiendo lo que no quiere, inteligente no es.


Así que también anotaría la palabra valentía. El medio esencial para rehuir de la excusitis que justifica la comodidad y construir la realidad que cualquiera quiera.


Sin valentía no hay logros.


Anotemos.


Y sin esfuerzo ni trabajo comprometido tampoco, Juancito. No lo olvides.


Es cierto, anotemos también.


Sumemos además flexibilidad, es la antítesis de la terquedad y el capricho. Hay que estar abierto a la nueva información que emerge o trae la realidad a partir del accionar.


Luego hay que saber maniobrar. Si no era derecho, no era derecho.


Y también puntualicemos la capacidad de crear, innovar y resolver problemas.


Sin olvidarnos por último del uso eficiente del tiempo. Una de las variables más valiosas que tenemos.


Así que con esto creo que por hoy más o menos estaríamos respondiendo a la pregunta, ¿qué es ser inteligente?


Valentía. Capacidad de crear, innovar y resolver problemas. Aprovechar el tiempo. Esfuerzo, trabajo y compromiso. Flexibilidad. Capacidad para lograr lo que la persona quiera con la mayor eficiencia posible. Ser feliz. Convertirse por voluntad propia en quien es y en quien podrá ser, asumiendo sus auténticas motivaciones, potencialidades y resolviendo a voluntad a partir de sus propias decisiones, siendo un verdadero protagonista de su propia vida.


Sin importarle lo que piensen, opinen o digan los demás.


Sí, creo que es por ahí.




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