El mayor problema no es saber, sino creer que se sabe.
Es un verdadero peligro.
La propia certeza inquebrantable cuando se sostiene hasta el extremo sufre las consecuencias.
Y no suelen ser leves. Más bien son muy costosas.
Aun así, hay gente que prefiere aferrarse a sus verdades por más equivocadas que fueran, y eligen persistir y honrarlas ante cualquier evidencia que le muestre la realidad.
¿Por qué lo hacen?
Buena pregunta…
Por un lado, podría decirse que hay algo de identidad y preservación de un supuesto poder.
Es para allá, dije.
Sanseacabó.
Por otro lado, quizás lo más importante, es por falta de humildad e inteligencia.
Erróneamente creen que son los más vivos, eligen un rumbo y persisten aun cuando la realidad le muestra la inconveniencia, hasta honrar finalmente el capricho.
No importa que la realidad, luego de balbucear innumerables veces, les hable con elocuencia y les diga, por acá no era. Por acá no es.
Por acá no será.
¿Y por qué decís que se creen los más vivos?
Porque no creen en la experiencia ajena para tomar como referencia y elucidar las decisiones convenientes para construir la experiencia propia.
Si ese susodicho no sabe, ¿quién sabe?
Creo que sabe quien cree que no sabe.
Sócrates.
Esa perspectiva de humildad es crucial para abrirse al verdadero saber y no quedar preso de terquedades y caprichos.
Obviamente, en algún punto de la existencia se vuelve necesario asumir la convicción del saber. Poner en suspenso la duda y arremeter con la convicción de la supuesta certeza.
Es para allá.
Y salir incluso alborotado para arremeter con todo en la dirección indicada.
Luego o mientras tanto, por supuesto, es tan necesario como conveniente leer la propia realidad que se manifiesta para reafirmar el rumbo o bien para que se ejerzan las maniobras necesarias que lo ajusten convenientemente.
¿Quién carajo sabe entonces?
Creo que sabe quien tiene la humildad de aprender de los otros primero, y luego de sí mismo.
Quien está abierto a leer las manifestaciones de la realidad y en vez de negarlas las incorpora con inteligencia para redefinir las decisiones que fueran más efectivas.
Y como bien instó el maestro, sabe quién sabe que no sabe.
Quien cree que sabe lo único que hace es embaucarse a sí mismo.
Se miente bien.
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