Hace años que no escribo de corrido. Escribo todo con puntos a parte. Impulsado quizás por ciertas ansias o por presumir que con ese truco el lector se entretiene más. Se le hace más llevadero e interesante el escrito. Y renueva las esperanzas en cada nuevo párrafo. Por eso escribir con párrafos recurrentes es quizás una opción considerable para adoptar en estos tiempos. Es cierto que uno salta y va avanzando como en brincos persistentes e innegociables. Pero eso alivia al lector que no se siente abrumado por párrafos extensos que pueden resultarle desalentadores. Porque el punto a parte es también como una posta, que sirve para que quien lee sienta que ha llegado, que es momento de celebrar, tomar aire, renovar las energías y continuar, para lograr el objetivo de avanzar y dilucidar los vericuetos del texto o sus pasajes disfrutables para concluir por fin con la sensación de haber logrado el propósito. De haber llegado hasta el final y percibir esa sensación extraña, silenciosa e intranferible de saber que se logró concluir la intención inicial. Y el texto se leyó hasta que terminó, en una suerte de extraño deber cumplido.
viernes, 26 de abril de 2019
De corrido
Hace años que no escribo de corrido. Escribo todo con puntos a parte. Impulsado quizás por ciertas ansias o por presumir que con ese truco el lector se entretiene más. Se le hace más llevadero e interesante el escrito. Y renueva las esperanzas en cada nuevo párrafo. Por eso escribir con párrafos recurrentes es quizás una opción considerable para adoptar en estos tiempos. Es cierto que uno salta y va avanzando como en brincos persistentes e innegociables. Pero eso alivia al lector que no se siente abrumado por párrafos extensos que pueden resultarle desalentadores. Porque el punto a parte es también como una posta, que sirve para que quien lee sienta que ha llegado, que es momento de celebrar, tomar aire, renovar las energías y continuar, para lograr el objetivo de avanzar y dilucidar los vericuetos del texto o sus pasajes disfrutables para concluir por fin con la sensación de haber logrado el propósito. De haber llegado hasta el final y percibir esa sensación extraña, silenciosa e intranferible de saber que se logró concluir la intención inicial. Y el texto se leyó hasta que terminó, en una suerte de extraño deber cumplido.
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