Hace tiempo que tomé una decisión bastante drástica. Apenas me di cuenta que quería dejar de ser un niño, cerré los oídos.
No sé si me tapé las orejas o las bloqueé desde el interior.
Tal vez hay algún dispositivo invisible que opere por orden cerebral. Restrinja las posibilidades de que ingresen ondas sonoras o bien produzca el bloqueo con determinación.
De eso sí que no podría dar cuenta. Es algo que me excede y entra en el terreno de la suposición, donde lo único previsible son las fantasías más o menos sustentadas pero siempre ajenas a la realidad.
A la estricta realidad.
Porque pueden muy bien aproximarse, contornearla y presentirla. Pero nunca pueden decretarla. (leer más)