Cristina levantó la vista de la camisa que planchaba y me miró por un instante.
- Lo tengo, le anuncié con una sonrisa mientras extendía la mano para mostrarlo.
Empecé a desenfundarlo como si fuera un regalo del cielo, mientras Cristina observaba la buena nueva sonriente y con la plancha en la mano.
Fui hasta el lavadero con la incertidumbre que suponía haber arriesgado la medida.
Pocos pasos después pude comprobarlo. La dimensión era exacta y la decisión certera.
Desde el lavadero con el tendedero en la mano la llamaba a Cristina para que venga a corroborarlo.
Segundos después estaba parada atrás mío para observarlo.
Un breve silencio nos permitió contemplarlo…
- Nos cambia la vida, dije.
- Nos cambia la vida.