sábado, 19 de mayo de 2018

Los malos


Nada es mejor que detectar a los malos a tiempo y evadirlos para siempre.

Si en algo he tenido suerte en la vida fue que casi nunca un malo aparece en mi camino, con lo cual el transcurrir se hace muy placentero y disfrutable. 

Los malos son dañinos, peligrosos, impredecibles y siempre destructivos. Nada los motiva más que generar problemas y hacer siempre el mayor daño posible.

Por eso es bueno desarrollar la habilidad para estar atentos y advertirlos a tiempo. Porque son personas confundidas y extraviadas, capaces de orquestar los engaños más burdos para salirse a toda costa con la suya, sin mediar sus actos por la razón, la justicia o la intención de cuidar al otro.

Por el contrario, embaucados en sus propias elucubraciones invitan siempre a un mundo indeseable que se caracteriza por perjudicar al otro tanto como sea factible.

Un mundo que bien vale la pena esquivar.

Nunca vi a un malo que tenga la intención de hacer el bien o de cuidar al otro. Por el contrario, preso de sus propósitos es capaz de superar cualquier límite y ocasionar todo el daño que pueda imaginar.

Debe ser por eso que el malo en su interior arrastra perturbaciones de conciencia. Y en su exterior refleja siempre su situación.

Por eso no es difícil advertirlos y distinguirlos. Basta con que estemos atentos para detectar sus patrañas.

Los malos son embaucadores. 

Suelen tener cierta destreza para orquestar relatos más o menos confiables, pero siempre engañosos. El problema que los acecha es que el tiempo les juega en contra porque la mentira tiene fecha de vencimiento. Dado que la verdad emerge con el transcurso del tiempo que poco a poco desenmascara la farsa.

Nunca he visto que a un malo le termine yendo bien en la vida. Sus triunfos son tan burdos como esporádicos y pasajeros. 

Y consumen sus vidas presos de sus propios engaños.


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